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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
Autoria
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Fecha publicación: 
Dom, 03/18/2012
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Una pregunta que hace falta hacerse

 Celebrando el Día del Seminario y contemplando la reacción de Pablo de Tarso después de cruzarse con Jesús de aquella manera tan extraordinaria en el camino de Damasco, he pensado en tantos de jóvenes que han podido vivir una particular experiencia de fe y de comunión eclesial con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud. Querría pedirles abiertamente a todos ellos y ellas si tienen el corazón abierto para formularse personalmente una pregunta como la de Pablo: “qué quieres que haga?”.

Os invito a decirle al Señor: ahora que nuevamente me he encontrado contigo, qué quieres que haga de mi vida? Qué esperas de mí? Qué proyecto tienes sobre mí? Esta es la pregunta correcta y no “qué quiero hacer de mi vida?”. Porque todos hemos venido al mundo con un proyecto de Dios sobre cada cual y hace falta preguntarse si lo estamos realizando.

En todas las vocaciones que nos explica la Biblia, de muchas maneras y en situaciones muy diferentes, está siempre la misma pregunta de parte del Señor: “Puedo contar contigo?”. Y la última palabra que el Evangelio de San Juan pone en boca de Jesús es esta: Sígueme! Todo un detalle de gracia y de amistad.
Queridos jóvenes: la calidad de nuestra vida depende de la idea que nos hacemos de ella, del porqué de nuestras decisiones y elecciones, de las motivaciones y valores que buscamos o que nos mueven interiormente... Y aquí entra también la fe, la aceptación de la gracia de ser cristiano. “Soy cristiano por la gracia de Dios”, como dice el Catecismo. Es una iniciativa gratuita del Señor y no fruto de nuestros méritos.

Y es en este camino de fe dónde vamos descubriendo una manera particular de entender la vida y vivirla: el seguimiento de Jesús. Él nos grita (vocación) a formar una familia, a servir a la comunidad en diferentes niveles, siempre teniendo presentes seriamente en todo sus criterios y actitudes; o a entregarnos con más radicalidad a su servicio y al de su Iglesia, amando a Dios con todo el corazón y estimando a todos de la manera más parecida a como Él los ama, con entera libertad y sin atarse ni excluir nadie.

Me adelanto a decir que este llamamiento a consagrar la propia vida dándola “con corazón indiviso” (cómo dice san Pablo), no es ningún privilegio. Es un don del Señor a su Iglesia y al mundo, al que debemos servir como levadura, sal y luz. Un don que necesitamos para la Iglesia de Lleida y para la Iglesia Universal. Hace falta que todos los bautizados lleguemos a sentir esta necesidad como cosa propia. La vocación es un acontecimiento personal, pero también lo es de toda la Iglesia y hace falta que todos pensemos.

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Piris Frígola, Obispo de Lleida