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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 09/06/2015

La palabra "testigo" se utiliza sobre todo en el ámbito jurídico y hace referencia a aquel que ha presenciado un hecho y lo "declara", lo explica a quienes no lo han visto. No se lleva como testigo en un juicio a alguien a quien "le han contado" qué ha pasado, o a alguien que "se lo imagina", sino a quien "lo vio".

En el Nuevo Testamento podemos leer: "Os anunciamos... lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, lo que hemos tocado con nuestras manos" (1Jn 1,1). "La enseñanza que os dimos acerca del poder y el regreso de nuestro Señor Jesucristo no consistía en fábulas ingeniosas, puesto que con nuestros propios ojos vimos al Señor en su grandeza" (2P 1,16). Esta es la condición que se pidió con el fin de elegir un sustituto para Judas (Hch 1,21-22).

Jesús encargó a los discípulos ser testigos en todo el mundo (Hch 1,8) de su mensaje y su manera de entender las cosas de la vida. Pero ¿cómo podemos hoy llevar adelante este encargo si no estuvimos con Él, ni le vimos, escuchamos o tocamos?

Hoy podemos "ver" a Jesús en las Sagradas Escrituras. Podemos "ver" y "oír" las palabras de Jesús por mediación de la Iglesia ("El que os recibe a vosotros, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió" -Mt 10,40). Podemos hablar con él y "sentirlo" en la oración, "escuchar" su voluntad en la vida diaria si sabemos interpretar los signos de los tiempos. Lo podemos "tocar" en nuestro prójimo: viéndolo, ayudándole y compartiendo con Jesús, cuando lo hacemos con los más necesitados (Mt 25,40). En la Eucaristía podemos "tocar" también a Jesús. ("Tomad, comed, esto es mi cuerpo (...). Bebed todos de esta copa, porque esto es mi sangre" -Mt 26,26-28).

Ser testigos de Jesús, en nuestros días, significa ser un cristiano activamente preocupado por conocer cada vez más a Jesús, por comunicarse con Él y por poner en práctica sus enseñanzas sirviendo a los demás. Más aún: no se llama a un testigo en un juicio para que se quede callado sino para que cuente lo que ha visto, para que dé testimonio. Si no, no tiene nada que hacer en el juzgado. Si los cristianos no damos testimonio de Jesús en nuestra vida no tenemos razón de existir.

Y lo tenemos que hacer aprovechando las oportunidades de formación, creciendo como testigos de Jesús en la oración, frecuentando la Eucaristía, en la lectura de la Palabra, etc.; y mostrándolo en la vida cotidiana con palabras y actitudes concretas.

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Piris Frígola, Obispo de Lleida