Tipus
Ayudando a vivir (Obispo Joan)
Autoria
Producció
Fecha publicación: 
Dom, 05/27/2012
Fitxer audio: 

 Pentecostés, una nueva vitalidad

 Es frecuente compartir ideas sobre la necesidad de cambios en la Iglesia al constatar algunos fenómenos preocupantes, como el número y la media de edad de quienes participan habitualmente en las celebraciones y / o la sequía vocacional. Ciertamente son cosas innegables en países de vela cristiandad como el nuestro y no faltan análisis y explicaciones en términos sociológicos, demográficos, culturales... Fuera bueno preguntarnos también sobre el testimonio de los cristianos (laicos y eclesiásticos) pero queriendo superar los cuatro tópicos habituales y queriendo profundizar de verdad sobre nuestra manera de vivir el evangelio y el seguimiento de Jesús. Bastantes voces autorizadas coinciden en decir que el núcleo de la crisis de la Iglesia en la vieja Europa es la crisis de fe, su pobre vitalidad y convicción. Parece que los criterios de Jesús no pesan lo suficiente en nosotros a la hora de tomar decisiones que nos afectan existencialmente.

 Ciertamente hay experiencias, como la Jornada Mundial de la Juventud, que nos hacen respirar un aire fresco de catolicidad y universalidad, y también suponen una alegría porque puedes ver que hay nuevas generaciones de cristianos que viven intensas encuentros con Jesús y alimentan su voluntad de seguirlo en presente y en futuro. Algunas familias acogedoras, y otros, me han comentado que para ellas había supuesto un buen remedio contra el propio cristianismo rutinario. Y el mismo Papa Benedicto XVI comentaba meses después de la JMJ que una de las experiencias más importantes de aquellos días para él había sido el encuentro con los cerca de los 20.000 jóvenes voluntarios que habían dedicado semanas o meses de su vida co • rando en los preparativos y, al término de las Jornadas, los veía "tangiblemente" felices, habiendo encontrado el sentido del tiempo y de la vida al dar su tiempo y su trabajo, a pesar del natural cansancio.

 No podemos aspirar a convertirse en ordinarias esta experiencias, pero nos deben servir para pensar que realidades así no se improvisan: detrás hay múltiples encuentros con Jesucristo que lleva a sentirse amados por Dios y entregarse en su nombre. Somos herederos de más de 2.000 años de entregas generosos y ejemplares fruto del aliento del Espíritu que no deja de soplar donde quiere y como quiere desde aquella primera Pentecostés.

 La Iglesia enseña que el mismo deseo de encontrar a Dios es ya un fruto de su gracia. Cuando en la oración expresamos nuestra fe, aunque en la oscuridad, ya hemos encontrado al Señor porque Él se nos ha ofrecido y la misma oración perseverante abre nuestro corazón para acogerlo. Pentecostés es una buena oportunidad para replantearse a fondo qué lugar tiene en nuestra vida el encuentro con Dios, la oración personal y la oración comunitaria, en la que Jesús ha asegurado hacerse presente cuando dos o tres se reúnen en su nombre (cf. Mt 18, 20). Hay muchas maneras de alimentar la fe y vivir bien abiertos al Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos.

 Pongámonos a la escucha una vez más y sin miedo, dejándonos invadir existencialmente por Él como aquellos primeros discípulos en Jerusalén (Hechos 2, 1-4; 42-47).

 Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

 + Joan Piris Frígola

Bisbe de Lleida