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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 03/24/2013
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Es sabido que los judíos celebraban en la Pascua su liberación de la esclavitud sufrida en Egipto y nosotros, cristianos, celebramos el "paso" de Jesús a través de la muerte ("Pascua" significa "salto, tránsito") a la vida nueva de resucitado. Es para nosotros el momento decisivo y el hecho más importante de toda la historia humana.

La Semana Santa no es una simple conmemoración. Aquellos hechos se hacen presentes en nuestras celebraciones en los Oficios de la Liturgia del Jueves Santo, del Viernes Santo, de la Vigilia Pascual, de la Misa de Resurrección. Es una actualización de este acontecimiento de la Muerte y Resurrección del Señor, "misterios de la salvación actuados por Cristo en los últimos días de su vida, comenzando por la entrada mesiánica en Jerusalén".

Conviene repetirlo una vez más: la Semana Santa litúrgica y la Semana Santa popular han nacido de la misma fe. La primera revive la Muerte y Resurrección de Jesucristo en los templos, en la liturgia, bajo los signos sacramentales. La segunda recuerda en la calle, de manera pública, emotiva, plástica, este mismo evento. Nace como un complemento de la liturgia (y de la catequesis) que no llegaba al pueblo cristiano. La gente sencilla necesitaba ver más, sentir más, participar más activamente, identificarse más visiblemente con el Señor en los episodios de la Pasión y Resurrección.

Ojalá que nuestra Semana Santa, con todos sus componentes, sea cada vez más capaz de suscitar también los sentimientos religiosos que le son propios. Y mejor aún si este fondo religioso que hay en el corazón de tantos de nosotros se reactiva y se enriquece a lo largo del año, descubriendo la Persona de Jesús y celebrando en comunidad los sacramentos de la Iglesia.

Llegados aquí, podríamos soñar en un cofrade (¿ideal?): que fuera un cristiano que vive intentando tener en cuenta las pautas del Evangelio y los criterios fundamentales de conducta propuestos por la Iglesia; que cada día dedica al menos unos instantes a orar; que celebra habitualmente la Eucaristía los domingos y participa en las principales iniciativas de la parroquia; que en la vida ordinaria no disimula su condición de cristiano; que vive especialmente preocupado por la fraternidad (cofrade significa "hermano"), siempre dispuesto a ayudar y sensible a los problemas sociales. Una persona que intenta vivir como un cristiano en todos los aspectos de su vida. Con debilidades y con incoherencias, pero lo intenta.

Es necesario que en todo lo que decimos y hacemos se note este convencimiento de la salvación que hemos recibido por Jesucristo, de la vida que nos llega mediante su entrega amorosa. Los cristianos debemos ser signo claro de esta presencia del Resucitado, un testigo para todos de que vale la pena vivir por Él y con Él. Y ojalá transmitamos la alegría de ser una comunidad "renovada por los sacramentos pascuales".

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Piris Frígola, Obispo de Lleida