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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 01/04/2015
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Al comenzar el año nuevo, quiero recordar que he propuesto a la Iglesia de Lleida dos prioridades a la luz de la exhortación apostólica "la Alegría del Evangelio", del Papa Francisco: ALIMENTAR LA ALEGRÍA DE LA FE, que se manifiesta en la esperanza y se realiza en la caridad, y AFIANZAR LA COMUNIÓN DIOCESANA, potenciando las Áreas de cooperación en cada arciprestazgo y/o unidad de pastoral. Son dos subrayados en continuidad con las cuatro cartas pastorales de estos últimos años.

Sabemos muy bien que la fe cristiana nace de y en la "experiencia" del encuentro personal con Jesucristo. Por ello, reavivar este encuentro es condición imprescindible para alimentar la alegría de la fe, que no quiere decir únicamente vivir más contentos. En la Exhortación mencionada (cf. nº3) se nos pide una renovación urgente de la Iglesia y el primer síntoma es esa alegría, que supone una reforma misionera desde la conversión, desde la participación de todos, desde la opción preferencial por los pobres, y desde el diálogo con el mundo.

Recuerdo que un misionero, comentando aquellas palabras de Jesús "id, haced discípulos, bautizándolos y enseñándolos...", se preguntaba por qué predicando tanto, catequizando y enseñando tanto, hacemos pocos discípulos. Y señalaba que el evangelio nos presenta el acercamiento a Jesús como una experiencia de amor impactante, como una atracción irresistible: Jesús primero conquista el corazón de aquellos pescadores que están repasando las redes, de la samaritana que saca agua del pozo, del recaudador de impuestos, del rico curioso que se encarama en el árbol..., y luego va enseñándolos.

Necesitamos, pues, actualizar esta experiencia de encuentro y alimentarla de manera que podamos comprobar hasta dónde nos "afecta" y nos pone en movimiento, tal como sucedió en aquellos primeros discípulos que fueron pasando de discípulos a seguidores y, más tarde, a apóstoles-enviados a difundir la Buena Noticia.Cuando no se produce la renovación permanente de esta experiencia, puede haber una ruptura fatal: seguiremos exponiendo y enseñando el contenido de la fe, recordando y urgiendo la moral cristiana, celebrando sacramentos y prácticas religiosas, pero faltará lo esencial, la comunicación de la experiencia de la fe. Porque ser creyente, más que tener fe o poseer unas convicciones, es saberse habitado por la presencia amorosa de Dios, sentirse seducido, cogido por Jesucristo (Filip 3, 12).

Está claro que hay etapas y grados, progresos y retrocesos, pero hay que fomentar iniciativas (modos) en el ámbito de la comunidad cristiana para revivir este encuentro con el Resucitado que lleve a un estilo de vida caracterizado por la salida de sí mismo: la alegría de la fe se transmite y se contagia... y eso tiene que poderse verificar de alguna manera. Es necesario que revisemos nuestra relación con Él para ver cuán activa es nuestra esperanza, a pesar de las posibles experiencias negativas del pasado o las dificultades del presente. El futuro, en gran medida, depende también de nosotros, y tenemos que ser capaces de discernir lo mejor en cada momento y situación, y elegir en consecuencia.

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Piris Frígola, Obispo de Lleida