
LA INVESTIGACIÓN DE LA VERDAD
La semana pasada vemos cómo los sabios, filósofos y eruditos de “La Escuela de Atenas”, buscaban el bien y la verdad. ¿Qué verdad? Evidentemente, estos sabios se amparaban en la ciencia y buscaban demostraciones empíricas del comportamiento de los hechos físicos. Sin embargo, todos sabemos que la primigenia Escuela de Atenas (s. V aC) no pudo conocer a Jesucristo; no conoció la verdad de Jesucristo, la verdad de Dios. En cambio, ahora, en el siglo XVI, Rafael, el papa Julio II, della Rovere, o el humanista ferrarés Celio Calcagnini (principal mentor e inspirador de las pinturas de las “Estancias de Rafael”) ya conocen a Jesucristo. La diferencia es abismal.
LA PLENITUD DE LOS TIEMPO
Ahora, pues, como afirma el insigne historiador del arte alemán, Ludwig H. Heydenreich (1903-1978), los sabios de Atenas, que representan a los sabios de la Antigüedad clásica, y los sabios de la Época del Renacimiento, debaten cómo poder encontrar la auténtica orum” (Plenitud de los Tiempos), es decir, en la llegada del Mesías (Gl 4, 4), que es aquél que, definitivamente, satisface, sanciona y purifica todas las fuentes y modos del saber de la historia y las conduce irrevocablemente al bien común —y salvífico— de toda la humanidad; ahora se ha descubierto y se ha encontrado el vértice de la "Verdad" deseada por todos, plena y auténtica, liberadora, perdurable, eterna.
EL FECUNDO Y SIEMPRE NECESARIO DIÁLOGO ENTRE LA IGLESIA Y LA CIENCIA
Esto es un hecho único en la historia. Seguramente, por primera vez, la Iglesia y la Ciencia se sientan a hablar; fides et ratio, fides et intellectus conviven y se enriquecen caminando unidos; éste fue un deseo sincero de los grandes humanistas europeos del siglo XVI, entre los que se encontraban papas (Pío II, Piccolomini, por ejemplo) y mucha más gente de Iglesia. Y por eso esta Iglesia se abrió, de corazón, a estos sabios y científicos del Renacimiento. En efecto, aquellos humanistas tenían una conciencia lúcida y bien nítida del gran valor añadido que suponía creer en un Mesías muy humano y que, además, había vencido "lo imposible", es decir, había derrotado el muro de la muerte y el de la imperfección, instaurando el mundo del Bien del Amor eterno. Según el sabio profesor italiano Eugenio Garin (1909-2004), en los corazones de aquellos humanistas resonaban con toda claridad unas alentadoras palabras: “He resucitado, y ahora estoy para siempre contigo, con vosotros” (sal 118; Mc 16, 1-7). Esto todo lo hacía muy diferente, la Esperanza de una humanidad cada día más perfecta era no sólo posible, sino indeturable, porque, como sabemos los cristianos, “el mundo (poco a poco) camina hacia su definitiva perfección” (Youcat, nº 51).
PLATÓN Y ARISTÓTELES SIEMPRE CAMINARON EN BUSCA DE LA “VERDAD”
Por eso el detalle que ahora os señalo es muy importante. Fíjese bien: la mirada y los pasos sólidos de Platón y de Aristóteles (representados por Rafael en “La Escuela de Atenas”, situada en el muro oeste de la Estancia) caminan con firmeza y seguridad hacia la citada “Verdad”. Una Verdad que está representada en medio de la pared de enfrente, el muro este, donde vemos “La Disputa y la Verdad del Sacramento de la Eucaristía”, situada en la misma estancia (la llamada “Estancia de la Firma”), donde precisamente se encuentra la manifestación más sublime de esta “Verdad” y citada “Plenitudo Temporum”). Es increíble comprobar cómo papá y sus ayudantes llegaron a pensar todas estas sutilezas. Y como lo hicieron con tanta precisión y exactitud: la mirada y los pasos de Platón y Aristóteles se dirigen invariablemente hacia la “Verdad” más llena. Además, según Heydenreich, ahora, en Roma, se había llegado a la “época de los genios”, esto es, en la plenitud de los grandes artistas de Europa occidental. Y todos buscando la Verdad.
MI VIDA SÓLO PUEDE TENER SENTIDO SI CERCO DE VERDAD EL “BIEN” Y LA “VERDAD”
Sí, aquella gente (y aquellos artistas), al amparo de la “Verdad” que derivaba de la “Plenitudo Temporum” (la Plenitud de los Tiempos, la encarnación de Dios) buscaba el “Bien” para todos. Sólo esa sincera búsqueda podía dar sentido a su vida. Un “Bien” y una “Verdad” edificados de bondad, de respeto, de ecumenismo, de fraternidad, de justicia, de paz y de una bellísima y fructífera “Armonía Mundi”. Y eso, Rafael lo representó majesturosamente. Si se fija, Platón (con su “Timeo” en sus manos) está señalando el cielo y simboliza la vía más idealista del conocimiento, mientras que Aristóteles (con su “Ética” en sus manos) señala el suelo, haciendo referencia a su realismo más inmanente y racional. Aquellos sabios estaban seguros de que Fe y Razón no eran excluyentes ni estaban enfrentados, sino que eran como dos alas hermanas con las que los humanos alcanzaban la plena posesión de esta ansiada Verdad.
Muy queridos peregrinos, ¿estamos nosotros plenamente convencidos de todo lo que hemos ido diciendo? ¿Somos consecuentes? Continuará la próxima semana.
Ximo Company. Delegación de Patrimonio Artístico.
Foto: Rafael, La disputa del Sacramento de la Eucaristía, visión de conjunto 1509-1512. En la parte superior está la Iglesia triunfante, en la inferior vemos a la Iglesia militante. © Musei Vaticani.