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Cerca de vosotros (Obispo Salvador)
Autoria
Producció
Fecha publicación: 
Vie, 01/03/2020

Queridos diocesanos:

 

Me parece una obligación comentar hoy la fiesta que celebramos y que tiene mucho que ver con los niños. Son ellos el centro de nuestra atención dedicando tiempo e imaginación para comprar unos regalos que les llenarán de alegría. Los padres, tíos y padrinos se esfuerzan en complacer las peticiones que por carta han hecho los más pequeños de la casa y compartir con ellos la sorpresa y la satisfacción. Si bien es cierto que esta costumbre se ha extendido entre los adultos quienes esperan con cierta ilusión que alguien exprese su cariño con un regalo.

 

El origen de esta fiesta se remonta a aquel pasaje del evangelio de san Mateo en el que tres magos, venidos de Oriente, buscan al Rey de los judíos que ha nacido. Al enterarse el rey Herodes se sobresaltó… preguntó a los escribas… quienes le contestaron que nacería en Belén de Judá. Guiados por una estrella llegan a la citada población, entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron, Le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.

 

Es cierto que las costumbres nuestras han variado mucho. De ser la fiesta de los Reyes la casi exclusiva de los regalos hace unos años a quedar en la actualidad como una más entre los días de la Navidad donde se ofrecen y se reciben tan preciados dones. Lo que no podrá variar nunca es la manifestación de cariño hacia las personas más cercanas, bien con elementos materiales, de menor o mayor coste, o bien con muestras inmateriales como una sonrisa, un abrazo, un beso o un tiempo dedicado a responder a cuestiones que preocupan al otro.

 

Vivimos tiempos donde se da mucha importancia a tener objetos que satisfagan nuestra necesidades, las más de las veces sobrevenidas o inventadas. Y esto mismo lo trasladamos a los más pequeños de nuestros hogares imaginando que cuanto más posean, vivirán siendo más felices. Y además nosotros seremos mayores beneficiarios de su amor y de su gratitud. Y seguramente nos equivocamos. Deberíamos todos hacer un esfuerzo por cambiar de perspectiva y no caer en un significativo consumismo. Muchas veces olvidamos que los sentimientos de las personas no se agotan en tener sino en ser reconocidas como tales por el tiempo que les dedicamos, por la escucha de sus preocupaciones o por la palabra amable que les dirigimos.

 

Los cristianos necesitamos constantemente volver a nuestras raíces y contrastar las actitudes, los deseos y las actividades de cada día con las enseñanzas que nacen de la Palabra de Dios y de la propia tradición de la Iglesia. Hoy deberíamos valorar mucho más la presencia de niños en la familia y en el entorno, la educación integral que reciben, el crecimiento armónico de sus personas, la preocupación porque sus preferencias no se reduzcan a lo material. Es preciso que incorporemos valores y virtudes a sus vidas. Que sepan ser agradecidos, generosos, solidarios. Que aprendamos a proponer a Jesucristo como modelo de actuación para todo. Que les encaminemos a las vivencias comunitarias de la parroquia donde descubrirán una familia preocupada por los ancianos y enfermos, por los necesitados y excluidos, por quienes carecen de regalos y saben sonreír y agradecer la compañía de los demás.

 

Un último apunte que tiene que ver con la paz, cuya jornada anual celebramos el pasado día primero de este mes. Trabajad por la paz. Colaborad a que los niños sean personas pacíficas y gusten de construir y disfrutar de la paz a su alrededor.

 

Con mi bendición y afecto.     

                      

+Salvador Giménez, obispo de Lleida.