La psicóloga Glòria Montanuy impartió el jueves 12 de diciembre la conferencia 'El acompañamiento afectivo' dentro del ciclo 'El acompañamiento' que este curso organiza el IREL.

 

Glòria Montanuy empezó definiendo que "acompañar es hacerse compañía" y estableció que hay acompañamiento cuando "la presencia de una persona afecta la experiencia del otro". "Es un dar y recibir haciendo que el camino sea diferente", dijo. Montanuy aseguró que el acompañamiento tiene que ser afectivo porque "el ser humano es un animal amoroso y la ausencia de amor nos hace enfermar".

 

En la misma línea destacó que somos animales relacionales, y "todas las personas necesitamos acompañamiento afectivo". "En un grupo que no se acompaña, seremos infelices, se romperá el grupo y no dará fruto", afirmó.

 

Montanuy explicó las seis condiciones para el acompañamiento que establece Karl Rogers. Explicó que las dos personas tienen que estar en la misma sintonía; la persona acompañada tiene que tener un estado vulnerable con alguna afectación emocional; la persona dispuesta a acompañar tiene que estar en congruencia, y quien acompaña tiene que experimentar una mirada positiva incondicional sin prejuicios. También Karl Rogers estableció que quién acompaña tiene que experimentar una comprensión empática de lo que está pasando en el otro y busca la manera de comunicar esta experiencia. Y para acabar, la persona acompañada recibe la congruencia, la mirada positiva del acompañante.

 

La ponente destacó que para se produzca un cambio en la persona acompañada hace falta congruencia del acompañado, apertura y empatía. Montanuy reiteró que estas tres condiciones crean una confianza que produce el cambio auténtico.

 

La psicóloga aseguró que también hay barreras para el acompañamiento como son los problemas mentales severos, las dificultades de aprendizaje, la influencia de las drogas o estar buscando otros servicios (como asistencia jurídica). También explicó que no se puede acompañar a una persona que no confía en el otro.

 

Afirmó que "a veces buscamos afectividad en paredes o en pozos secos". En esta línea, determinó tres etapas para desarrollar las responsabilidades emocionales: la esclavitud emocional, la fase antipática y la fase de la liberación emocional. En la fase de la esclavitud emocional "nos sentimos esclavos de hacer felices a los otros y en la fase antipática, "nos pesa la felicidad de los otros". En la tercera fase, la de la liberación emocional "aceptamos las responsabilidades de nuestras emociones y sabemos que ser felices no depende de que los otros estén contentos".

 

Continuó explicando que "la liberación emocional implica expresar claramente cuáles son nuestras necesidades teniendo también en cuenta la satisfacción de las necesidades de los otros". A la vez, dijo que "a menudo en la vida tenemos que iniciar un proceso de renovación, de desprenderse de creencias, de recuerdos y de hábitos que nos ocasionaron dolor".

 

Montanuy destacó que "para darnos cuenta que necesitamos un cambio hace falta que estemos observando cómo nos sentimos". En este sentido, recordó las palabras de Maslow cuando estableció que solo el 1% de las personas se sienten autorrealizadas". Maslow definió la autorrealización como "ser todo aquello que podemos ser". En este sentido, citando Maslow, recordó que "las personas conflictivas son las que todavía no están realizadas".

 

Para concluir afirmó que "gestionar los miedos nos ayuda a hacer crecer la autoestima, la autoestima que sale del autoconocimiento y de la propia realización personal".