Natale Domini in carne. Pascha”. Así anuncia la fiesta de Navidad el calendario litúrgico romano más antiguo, año 336. En Roma se celebraban unas grandes fiestas en honor del dios Helios: “natalis invicti solis”. Estas fiestas paganas fueron transformadas por los cristianos, ya que Jesucristo Resucitado es el “Sol sin ocaso”.

Teología: Dios hecho hombre

Cuando las comunidades cristianas del siglo III en Oriente y Occidente comienzan a celebrar la fiesta del nacimiento del Señor, no celebran tanto un acontecimiento histórico, como el misterio insondable e inaudito del Dios que se hace hombre en las entrañas de María.

Es lo que se llama la kénosis (abajamiento), humillación que culmina con la muerte y resurrección.

Hoy, aquél que es, vino al mundo. Aquél que es, viene a ser lo que no era: en efecto, siendo Dios, he aquí que se ha hecho hombre. Pero no cesa por ello de ser Dios” (S. JUAN CRISOSTOMO, In natalem Christi diem PG 56,386).

La gloria del Hombre – Dios

         Actitud profundamente contemplativa, de gozosa admiración y alabanza: “La Palabra se hizo carne, y puso su tienda entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,14).

Desposorios de Dios con el hombre

         No solo celebramos que Dios se ha hecho hombre, celebramos la incorporación de todos los hombres a Dios. Todos los hombres de todos los tiempos han sido unidos y reconciliados para siempre con Dios.

         Por la Encarnación no solo ha quedado divinizada la humanidad personal de Cristo, sino la humanidad entera. Por eso el Verbo al asumir la naturaleza humana, se ha desposado con toda la comunidad humana. Los Padres de la Iglesia presentan el seno virginal de María como la celda nupcial en la que tienen lugar estos maravillosos desposorios.

Dios Padre ha hecho las nupcias de Dios al Hijo al unirlo a la naturaleza humana en el seno de la Virgen, cuando el quería que este Hijo, Dios antes de todos los siglos, se hiciera hombre en el curso de los tiempos” (S. GREGORIO MAGNO, Homilía 38 sobre el Evangelio PL 76,1283).

La celda nupcial del esposo ha sido el seno de una Virgen, porque en este seno virginal la esposa y el esposo, el Verbo y la carne, se han unido” (S. AGUSTÍN, In Ioannis epistulam Tractatus 1 PL 35,1979).

En el día del nacimiento, Cristo se ha unido en nupcias espirituales a su esposa la Iglesia. Es entonces cuando la verdad ha brotado de la tierra y la justicia ha mirado desde lo alto del cielo (Salmo 84,12), es entonces cuando el esposo ha salido de la celda nupcial (Salmo 18,6), el Verbo de un seno virginal. El ha salido de allí con su esposa, es decir, la carne que había asumido. Es a estas nupcias eminentemente santas a las que nosotros estamos invitados... Sí, es a estas nupcias a las que nosotros estamos invitados, y en estas nupcias, si hemos obrado bien, seremos la esposa” (S. CESAREO DE ARLES, Sermón 188 PL 57,848).

 

Divinización

Dios se ha hecho hombre para que el hombre se haga Dios” (S. AGUSTÍN, Sermón 128 PL 38,1997).

¡Qué admirable intercambio! El Creador del genero humano, tomando cuerpo y alma, nace de una Virgen y, hecho hombre sin concurso de varón, nos da parte en su divinidad” (Primeras Vísperas, 1 de enero).

Recuerdo de la Madre de Dios

El tiempo de Navidad constituye una prolongada memoria de la maternidad divina, virginal, salvífica de Aquella “cuya virginidad intacta dio a este mundo un Salvador” (Plegaria eucarística I); efectivamente, en la solemnidad de la Natividad del Señor, la Iglesia, al adorar al divino Salvador, venera a su Madre gloriosa; en la Epifanía del Señor, al celebrar la llamada universal a la salvación, contempla a la Virgen, verdadera Sede de la Sabiduría y verdadera Madre del Rey, que ofrece a la adoración de los Magos el Redentor de todas las gentes (Mt 2,11); y en la fiesta de la Sagrada Familia (domingo dentro de la octava de Navidad), escudriña venerante la vida santa que llevan en la casa de Nazaret, Jesús, Hijo de Dios e Hijo del hombre, María, su Madre, y José, el hombre justo (Mt 1,19).

En la nueva ordenación del período natalicio, nos parece que la atención común se debe dirigir a la renovada Solemnidad de la Maternidad de María; esta fijada en el día primero de enero, según una antigua sugerencia de la Liturgia de Roma, está destinada a celebrar la parte que tuvo María en el misterio de la salvación y a exaltar la singular dignidad de que goza la Madre santa, por la cual merecimos recibir al Autor de la vida” (PABLO VI, Marialis cultus 5).

EPIFANÍA

El origen de esta celebración en Oriente es el mismo que en Occidente la Navidad: cristianizar una fiesta pagana. El 25 de diciembre solsticio de invierno, aumento de la luz y las fiestas “saturnalia” en Roma. Y en Egipto, “chronia”; y trece días después cuando el aumento de la luz era completo, se celebraba el nacimiento de Jesús, que es la verdadera luz.

Teología

Presentación de los dones: oro de Rey, incienso de Sacerdote, mirra con vistas al sepulcro (Jn 19,39).

La Iglesia, como los Magos, se siente llamada por Dios, estimulada y sorprendida por la Luz de su presencia. Desde la fe descubre el resplandor de la estrella y descifra su significado. Cada año la Iglesia recorre el camino de búsqueda, siguiendo la estrella, tanteando el terreno, entre la luz y la oscuridad. Y cada año se aproxima al Señor para adorarle y ofrecerle sus dones. Y ofrece al mismo Cristo: “Mira, Señor, los dones de tu Iglesia, que no son oro, incienso y mirra, sino Jesucristo, tu Hijo, que en estos misterios se manifiesta, se inmola y se da en comida” (Oración sobre las ofrendas).

 

                                                           Mn. Gerardo Soler

Liturgia viva