Este sábado, 12 de septiembre, a las 11 de la mañana, ha tenido lugar la celebración de la clausura del cincuenta aniversario de Càritas diocesana de Menorca, y también la despedida por parte de la Diócesis al obispo Mons. Salvador Giménez Valls.

A continuación podéis leer las palabras de despedida del obispo Salvador a quienes hasta hoy han sido sus feligreses, antes de tomar posesión de su nueva diócesis en Lleida.

PALABRAS DE DESPEDIDA

Catedral Basílica, 12 de setiembre de 2015

Es indudable la importancia del pastor en la comunidad cristiana. Nos lo dice el Señor en el evangelio y está muy definida su función en los documentos del Magisterio. Enseña, santifica y rige a sus hermanos. Está al servicio de la comunidad para, en nombre de Cristo y por su mandato, conducirla a la salvación definitiva.

Clara es la enseñanza de la función pastoral. Sin embargo cuando uno desciende a la práctica diaria y la circunscribe a su historia personal, queda empequeñecida, por temporal, la figura si se le compara con la permanencia de la propia comunidad que, alimentada por la Palabra y los Sacramentos, hace realidad la presencia del Señor a lo largo de la historia universal.

Nuestra iglesia diocesana tiene un largo recorrido en esa historia, como lo atestigua la carta del obispo Severo en el siglo V. Y ha caminado con luces y sombras, consuelo de Dios y dificultades humanas (san Agustín, citado por Vat.II), anunciando el evangelio hasta el día de hoy. Me sitúo en esa larga cadena de generaciones que ha recibido y transmitido el mensaje del Señor.

Han sido seis años de obispo con y para vosotros, o siete si contamos el tiempo de Administrador Apostólico. Período relativamente corto si contemplamos la larga y rica vida de la diócesis. En estos momentos, cuando miro mi pasado reciente, me da la impresión de ser un ave de paso que se ha aprovechado del alimento y de la cosecha que otros han sembrado y cultivado y de la misma compañía de la comunidad diocesana, permanente referencia de la vida de fe, de esperanza y caridad.

En estos últimos días de mi estancia entre vosotros os quiero dar las gracias por haberme ayudado a cumplir con la misión que Cristo, el Buen Pastor, me encomendó y de la que me pedirá cuentas al final de mi existencia. Os agradezco de veras haber dado sentido a mi vida ministerial y conseguir que, en este pequeño balance vital, desborde más la felicidad en la vivencia cristiana que el desaliento por no cumplir adecuadamente con la fidelidad exigida al Señor y a su Iglesia.

Además de mi gratitud a sacerdotes, diáconos, personas consagradas, seminaristas y laicos, quiero que conste mi petición de perdón a todos los que no he sabido atender, escuchar o acompañar por mi propia incapacidad, defectos o limitaciones.

Siempre estará la diócesis y Menorca en mis recuerdos y en mis oraciones. Os ruego que hagáis lo mismo respecto a esta persona creyente que, durante un tiempo, fue vuestro obispo.

Con seguridad, nuestra Patrona, la Virgen del Toro, me orientará y acompañará en este inicio pastoral por las tierras de Lleida.

+ Salvador Giménez Valls,
Obispo electo de Lleida i Administrador Diocesano