Un profesor de matemáticas, una misionera que vive y trabaja desde hace cuarenta y un años en Filipinas, una profesora de yoga, un asesor de empresas, varias religiosas y un matrimonio joven con sus hijos -de un conjunto de veintidós participantes- hemos realizado

este verano, durante ocho días, ejercicios espirituales en la Cueva de Manresa (www.covamanresa.cat).

En esta experiencia hemos sido acompañados por David Guindulain, jesuita, y Anna Maria Díaz, carmelita misionera. Ambos han sido unos buenos guías para cada uno de nosotros.

La composición diversa de este grupo muestra que retirarse unos días para estar en silencio, orar, escuchar y meditar la Palabra de Dios no es solamente una experiencia reservada a curas y monjas.

¿Qué lleva a una "persona normal" a retirarse para hacer ejercicios espirituales?

Las motivaciones de hombres y mujeres de diferentes edades y profesiones que deciden hacer esta experiencia son muy variadas. En mi opinión, hay un denominador común: estar en búsqueda de una interioridad y espiritualidad más profunda.

Pero, ¿qué entendemos por ejercicios espirituales? Siguiendo la experiencia de San Ignacio de Loyola, son un tiempo (unos días, un mes, un año, -los llamados "Ejercicios en la vida ordinaria "-) de preparación fuerte e intensa para ordenar la propia vida y poder seguir así, más y mejor, la voluntad de Dios en lo cotidiano de nuestro día a día.

Se hace difícil explicar en pocas palabras los frutos que se recogen, como don de Dios, de esta experiencia de "retirarse unos días para estar a solas con el Señor”.

Además, de los frutos de los ejercicios espirituales no sólo se beneficia el que los hace, sino también los que están a su lado. Personalmente confieso que, año tras año, estos días que empleo de mi tiempo de vacaciones a hacer una tanda de ejercicios son un don precioso de Dios.

Soy consciente de que, como cristiano y sacerdote, este tiempo fuerte de "noviazgo con El Señor" me ayuda a profundizar y arraigar mi experiencia de encuentro con Dios Nuestro Señor.

Alguno de los frutos de los ejercicios espirituales que acabo de vivir ya se han definido en una invitación concreta del Señor:

en estos momentos que vivimos, responderle con más y mejor amor. Y para ello reservarle más tiempo y de mayor calidad para encontrarnos con él, pues unicamente Él es la fuente de Amor y de Verdad.

Una vez más, ¡gracias Señor!

Carles Sanmartín Sisó,

Presbítero diocesano