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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
Producció
Fecha publicación: 
Dom, 11/17/2013
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Uno de los objetivos diocesanos para este curso es "Dar prioridad a la lectura creyente de la Biblia para revitalizar la fe". Es una llamada que he dirigido a cada bautizado, a todas las comunidades parroquiales, a las delegaciones y a las instituciones diocesanas.

Creer pide vivir en actitud de escucha, abiertos a lo que Dios quiera ir indicando: "Habla, Señor, que tu siervo escucha" (1Sam 3,9), "que se cumpla en mí según tu palabra" (Lc 1,38). Pero esto no es posible si no hacemos de la oración la respiración permanente de la vida, ya que, según san Ambrosio, "a Dios hablamos cuando oramos y a Dios escuchamos cuando leemos su Palabra".

Y hay que leer la Palabra con fe: con los ojos del alma, poco a poco, releyendo, como masticándola, contemplándola, discerniéndola, escrutando en silencio...; pidiéndole al Señor que nos hable, que nos la haga entender como a aquellos de Emaús a quienes "les abrió el entendimiento..." (Lc 24,27-32).

Hemos de pedir al Señor la capacidad de mirar hacia dentro, de dirigir la mirada y el corazón hacia dentro. Y, por ello, debemos pedir el amor al silencio para poder escuchar los murmullos de Dios en cada momento. Como pedía Pablo VI (05/01/1964): "Silencio de Nazaret, enséñanos el recogimiento y la interioridad, enséñanos a estar siempre dispuestos a escuchar las buenas inspiraciones y la doctrina de los verdaderos maestros. Enséñanos la necesidad y el valor de una conveniente formación, del estudio, de la meditación, de una vida interior intensa, de la oración personal que sólo Dios ve".

Si en todos los campos la formación permanente es una necesidad ineludible en el mundo moderno, también lo es para los seguidores de Jesús en el ámbito específico de nuestra fe. Nunca es suficiente con la formación cristiana que tenemos, y sabemos perfectamente que, en el fondo, muchas cosas no las tenemos claras. Quizá por eso a veces vivimos rutinariamente un cristianismo "formal" haciendo equilibrios ante la propia conciencia -que no nos acaba de dejar tranquilos-; ante los demás, cuya reacción no es siempre satisfactoria, y también en los grupos parroquiales, en los ámbitos laborales y en la convivencia ciudadana.

En el Apocalipsis se dice explícitamente: "ya que eres tibio, y no frío o caliente, estoy a punto de vomitarte" (3,16). La tibieza en la vivencia de la fe cristiana no está para nada de acuerdo con el Evangelio.

¿Podríamos revisar nuestra manera de orar a la luz de estas ideas?

 

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Pirirs Frígola, Obispo de Lleida