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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
Autoria
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Fecha publicación: 
Dom, 01/15/2012
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Los hermanos inmigrantes

Las sociedades actuales están formadas de procedencia muy diversa y, en consecuencia, de diferentes culturas, tradiciones, lenguas, costumbres, religiones, valores, etc. Cada día es más evidente que la población ya no es tan homogénea, sobre todo en los países de acogida como el nuestro. He podido visitar una escuela en la cual hay alumnado de 22 países diferentes (75,21 % alumnos recién llegados y 24,78 % de aquí). Quienes tienen más contacto con las familias de los migrantes y desplazados saben mucho de su sufrimiento y condiciones precarias de vida y relaciones que, muchas veces, los lleva a convertirse en guetos... No es fácil acertar con la política migratoria y con una legislación adecuada y menos en estos tiempos de crisis generalizada y por la sensibilidad social que hay. Pero en el siglo XXI, cuando son inexistentes las fronteras para el comercio y la información, no podemos crear muros entre las personas y los pueblos.

Aquellos que marchan de sus países lo hacen generalmente para poder sobrevivir, y sabemos que las causas de estas situaciones son fruto de decisiones de otros que llegan a dificultar la vida o desequilibran las relaciones económicas y ambientales en aquellos países o continentes. De esto todos nos tenemos que sentir algo responsables por acción u omisión. Debemos seguir pidiendo el establecimiento de políticas de respeto para los derechos fundamentales de los recién llegados y, a la vez, de medidas de desarrollo y comercio internacional que puedan favorecer una economía más justa y sostenible en aquellos países de mayor emigración y de protección de sus riquezas naturales para evitar su empobrecimiento. Sin olvidar otros aspectos tan humanos y decisivos para los migrantes como todo aquello que afecte sus relaciones familiares.

Punto aparte merece también la cuestión de la multiplicidad cultural y las diferencias y desigualdades sociales que comporta en la práctica. Tenemos que valorar mejor las luces y las sombras de este intercambio: la interculturalitad es un movimiento de ida y vuelta con influencias recíprocas que, según como las planteemos, nos deben enriquecer mutuamente. Hace falta encontrar un equilibrio justo entre el respeto a la propia identidad y el reconocimiento de la ajena. Hay que vivir con mejor conciencia el inevitable pluralismo cultural y religioso y la necesidad de favorecer aquel verdadero proceso de integración, a veces largo, que implica benevolencia mutua. Aquí los cristianos estamos llamados a un particular testimonio del Evangelio de la caridad y de la paz, valorando los diferentes e innumerables dones que el Buen Dios ha dado a nuestra humanidad.

Pienso que para los miembros de nuestra Iglesia diocesana es una oportunidad muy explícita para vivir y hacer ver nuestra verdadera catolicidad, no tan sólo aprendiendo a acoger respetuosamente las diferencias sino también realizando y promoviendo relaciones de unidad y de comunión fraterna.

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Piris Frígola, Obispo de Lleida