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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 02/12/2012
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La salud, derecho de todos

Ser sensibles al clamor que proviene del mundo del dolor y del sufrimiento, estar al lado de quienes viven sus problemas de salud en condiciones indignas del ser humano, y así ser testigos creíbles del amor de Cristo, forma parte de nuestra identidad de cristianos. Pero sin olvidar que somos más que un canal de transmisión de bienes para el desarrollo de otros más frágiles. Hace falta implicarse personalmente en la realidad de estas personas y pueblos más necesitados, con los que se identifica el Señor. Hace falta poner todos algo de nosotros mismos.

Quiero agradecer bien concretamente la ejemplar atención que en nuestras Parroquias se presta a los enfermos e impedidos que están en su casa  (y también en los Hospitales, Clínicas y Residencias de abuelos). En la atención a los enfermos, más que en otras cosas, se hace creíble el amor y se ofrece un testigo de esperanza en la resurrección, descubriendo en ellos el rostro del Señor doliente y glorioso. “Hay preguntas urgentes sobre el dolor y la muerte que esperan respuestas válidas...; el cristiano está llamado a testimoniar la consoladora verdad de Cristo resucitado, que asume las heridas y los males de la humanidad, incluida la muerte, y los convierte en momentos de gracia y de vida.” (Joan Pau II).

En esta línea de un mundo diferente, quiero recordar que hace 60 años (10-02-1952) el papa Pío XII lanzaba su “Proclama por un mundo mejor” diciendo: “Es todo un mundo el que hace falta rehacer desde sus fundamentos, es necesario transformar de salvaje en humano, de humano en divino, es decir, según el corazón de Dios”. Más tarde, el Concilio Vaticano II pedía a los laicos realizar su misión “ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios” (LG 31).

Pero, como Juan XXIII puntualizó, “el orden que rige en la convivencia entre seres humanos es de orden moral. Es trata de un orden fundamentado en la verdad, que debe ser practicado según la justicia, que exige ser vivificado y completado por el amor mutuo y finalmente debe ser orientado a conseguir una igualdad cada día más razonable, dejando fuera de peligro la libertad” (Pacemin terris, 34 y 37).

Tantas veces hablamos de estructuras “de pecado” que hace falta denunciar... Pues bien, el reparto injusto de los bienes que impide el derecho de todos a la salud es una estructura de pecado y hay muchos hijos y hijas de Dios sufriendo las consecuencias, pero son sobre todo “los más débiles” los que pagan el precio más alto.

Podemos decir que nuestra cultura, pese a la crisis actual, todavía es la “de quienes pueden" y "de quienes tienen" y dominan”: máquinas, personas, cosas, recursos... Pero sabemos que hay otra parte de la humanidad que, teniendo derecho a las mismas oportunidades, ven sus vidas amenazadas y deben vivir en condiciones infrahumanas.

La campaña de Manos Unidas de este año completa el título de esta glosa con un imperativo: actúa!

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Piris Frígola, Obispo de Lleida