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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 07/13/2014
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La Exhortación Post-sinodal sobre el Obispo servidor del Evangelio para la esperanza del mundo, propone: "A falta de la Santa Misa, el Obispo ha de procurar que la comunidad pueda tener una celebración especial al menos los domingos y festivos. En estos casos los fieles, presididos por ministros responsables, pueden beneficiarse del don de la Palabra proclamada y de la comunión eucarística mediante celebraciones de asambleas dominicales, previstas y adecuadas, en ausencia de un presbítero" (Pastores Gregis n. 37).

Como ya compartimos en la Asamblea Diocesana del pasado 31 de mayo, vivimos una situación en gran parte inédita, y Dios nos está pidiendo (y a gritos) respuestas y opciones concretas y de futuro. Estas respuestas no las podemos dar de la noche a la mañana. Las personas tenemos nuestro ritmo y los cambios de la conciencia colectiva piden tiempo. Todos, sacerdotes y comunidades, necesitaremos un período de sensibilización para ir aplicando las decisiones gradualmente. Pero en este proceso, todos y cada uno debemos sentirnos implicados (e ir implicando a otros): "Entre todos y para el bien de todos".

Es prioritario orar incansablemente al Señor que nos ha llamado a la fe, nos ha consagrado en el bautismo y nos ha enviado a dar testimonio hasta el extremo de la tierra (Hech 1,8). Nuestras Comunidades, y nuestros Consejos de Pastoral, se tienen que parar a reflexionar y decidir, con humildad pero con responsabilidad, a la luz del Evangelio y teniendo muy en cuenta, como ideal, el modelo de Iglesia propuesto por el Concilio Vaticano II (Iglesia-Comunión-Pueblo de Dios...). Esto exige caminar hacia este ideal y hacer ahora algunas opciones. La cuestión es cómo hacerlo.

Tendremos que promover una concienciación colectiva y una pastoral participativa y comunitaria, lo que exige diálogo y corresponsabilidad para trabajar de manera coordinada. No "haciendo" en lugar de los demás sino "con ellos". Debemos ser un ejemplo vivo de que es posible construir juntos a pesar de las diferencias.

La condición fundamental de los fieles cristianos es la de bautizados y como tales son miembros de pleno derecho en la Iglesia. Entre ellos hay quienes tienen unos dones propios que, cuando la comunidad los reconoce, con la disponibilidad (aceptación) del interesado, pasan a ministerios. Genéricamente, "ministerio" significa servicio y conlleva también un encargo que se recibe del Obispo. Pero es un error preocuparse sólo de si los laicos/as que reciben los ministerios pueden hacer aquello o lo otro, porque se trata de lo que son y de la calidad de su presencia.

Seguiremos proponiendo la vocación al sacerdocio ministerial, que consideramos necesaria y fundamental, pero ahora se trata de vocaciones claras de servicio bautismal. Hay que repensar este ministerio, redescubrirlo, retornar al Evangelio, ser hermanos entre hermanos. Acompañar humanamente a los hermanos para no vivir individualmente, sin cuerpo. Toda la Iglesia es sacerdotal, en tanto que consagrados por el bautismo (sacerdotes, profetas y reyes). El sacerdocio ministerial surge como un servicio a la existencia sacerdotal de los creyentes. Es conocida la frase "una Iglesia toda ella ministerial" (Y. Congar): toda ella es sacramento de salvación, signo e instrumento de la obra redentora del Salvador. 

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Pirirs Frígola, Obispo de Lleida