Una nueva hornada de monitores se está acercando. Esto es lo que se puede deducir después del Curso Brújula de este año, celebrado durante los tres primeros días de Semana Santa en la Granja Escuela la Manresana, que se quedó pequeña

ante la avalancha de demandas. Participaron unos 90 jóvenes, de entre 15 y 17 años.

Por primera vez, después de mucho tiempo, se ha adaptado el formato intensivo de tres días seguidos y, a pesar del miedo por una posible falta de asistencia debido al nuevo formato, el experimento ha rebasado todas las expectativas posibles.

La realidad de esta juventud era de lo más diversa: gente que ya había hecho de premonitor, otros que tienen ganas de esparcimiento o que tienen ganas de involucrarse más en el ocio, o, sencillamente jóvenes cautivados por alguna compañera o compañero de clase que ya pensaba ir; unos jóvenes más motivados que otros, más participativos o más tranquilos, con más ganas de parranda o de descansar, más dados a las actividades plásticas o a las de juego ...

Todo ello hacía un mosaico tan curioso y bonito como la vida misma y nuestros mismos centros de esplai.

Por parte de las tutoras, tutores y de todos los monitores involucrados -creo que hablo en boca de todos- ha sido una experiencia muy enriquecedora desde el punto de vista personal.

A pesar del gran número de gente, se generaron dinámicas muy positivas en el transcurso de las sesiones y los ratos libres. A menudo teníamos que actuar más como monitoras y monitores que como docentes, lo que no deja de ser parte de nuestro trabajo como educadores y educadoras.

Cabe destacar la importancia de este tipo de cursos en cuanto a la formación se refiere y, por encima de ésta, el entusiasmo de los futuros monitores y monitoras, así como la creación del sentimiento que la nuestra no es una tarea individual, sino que formamos parte de un colectivo que tiene los mismos ideales y valores respecto a cómo debemos vivir y ver el mundo.

Estamos seguros, sin embargo, que no todos los 90 jóvenes seguirán -por estadística es casi imposible-, pero siempre reconforta ver la buena puntería del sembrador y cómo acierta la tierra donde lanza su semilla.

David del Blanco Catalán