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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 11/30/2014
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Cada inicio del año litúrgico, preparando la celebración de Navidad, dedicamos unas semanas a contemplar la venida del Señor Jesús: a esperarla, a desearla y a celebrarla de un modo especialmente festivo. Por estas fechas siempre recordamos las palabras de Juan Bautista: "Preparad el camino del Señor". Es una llamada a la conversión, a la renovación, a la mejora personal, y a la apertura del corazón a la Verdad, a la presencia y a la acción de Dios en nosotros.

EL SEÑOR VIENE y una vez más renace la esperanza en el horizonte. Se nos invita a abrir los ojos, los ojos del corazón, a estar atentos y vigilantes para reconocerlo y acogerlo en sus múltiples manifestaciones. Pero ¿qué significa para mí estar vigilando hoy? ¿Cómo puedo preparar su llegada? Tenemos la Navidad a la vista y todo puede quedar en un sueño: la injusticia sigue multiplicando el hambre en el mundo; nuestro corazón sigue creyendo en la fuerza del dinero, del poder, de la gloria. Hay que pedir la gracia de abrir los ojos para mirar bien la realidad. Al cristiano se le pide vivir escrutando en todo lo que pasa, para descubrir qué quiere Dios.

El Prefacio de la Misa de este domingo nos habla de dos venidas de Cristo que son dos momentos fuertes de una sola Historia de Salvación. A nosotros nos ha tocado vivir entre la 1ª venida "en carne" hace ya más de 2000 años y la 2ª y definitiva venida "en gloria". La mejor actitud es Velar "confiados en su promesa", realizar en este tiempo el crecimiento y maduración que Él nos ha encomendado, seguros de que lo que comenzó en la primera venida alcanzará su plenitud en la segunda.

Este tiempo de Adviento nos ofrece de nuevo la oportunidad también de "pedir" algo bien concreto, como dice la oración de la Misa: "saber acoger con los brazos abiertos la venida de Jesucristo", "saber acoger con buenas obras la venida de tu Hijo..." “Obras" y no sólo deseos, o ilusiones, o buenos propósitos. Necesitamos, pues, reavivar la esperanza cristiana.

En algunos ámbitos hay un cierto debate sobre la trascendencia y la hipótesis de la presencia de Dios en la historia. Un Dios que no se ve y que ha dejado la conducción de los acontecimientos del mundo en manos de nuestra libertad. Esto ha permitido a algunos hacerse la ilusión de ser los dueños de todo. Pero el Evangelio nos dice que somos sólo administradores y que a cada uno nos ha sido asignada una tarea. No dice cuál, pero está claro que Dios no nos ha dado la vida para gestionarla sin ningún sentido, sin ninguna meta. Hay que vivir teniendo esto en cuenta y buscando acertar. Indagar cuál es nuestra tarea, la misión que nos ha sido encomendada, cuál es nuestra vocación. Y en este punto, siempre será bueno recurrir a la oración y a buenos consejeros, que sabrán ayudarnos a elegir.

Por eso, mantenerse despiertos es una indicación clara y precisa. Vivimos entre la duda y la certeza: en el Credo afirmamos nuestra fe en que el Señor ha de venir, pero no sabemos cuándo. Por eso, cada día repetimos una de las más antiguas oraciones de la comunidad cristiana: «Ven, Señor Jesús».

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo, 

+ Joan Pirirs Frígola, Obispo de Lleida