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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 10/19/2014
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El Evangelio de Lucas (10,21-23) explica la alegría de los discípulos en su reencuentro con Jesús después de su primera salida en misión, y cómo Jesús también participa de esta alegría dirigiendo su mirada al Padre y dándole gracias. Es esta la alegría en la que el Papa Francisco, en el Mensaje del Domund de este año, nos invita a sumergirnos, alimentando un amor capaz de iluminar nuestra vocación y nuestra misión de bautizados y enviados. Es la alegría del Evangelio que nace del encuentro con Cristo y de compartir con los más necesitados.

El punto de partida de la fe y de la vida cristiana ha sido el encuentro sorprendente y transformador que vivieron unos hombres y mujeres con Jesús, el Cristo. Lo decisivo ha sido Él, su persona, su vida entera, el misterio de un hombre que vive curando, acogiendo, perdonando, liberando del mal, amando a cada uno por encima de toda ley religiosa o social, entregando su vida hasta la muerte. Llegan a ver en Él algo que podría expresarse como "la cercanía salvadora de Dios" y la alegría que sienten los hace dar una orientación nueva a su existencia. En el ámbito de la comunidad cristiana y por acción del Espíritu Santo, nuestros misioneros/as han vivido algo similar y se han visto capaces de adoptar un estilo de vida caracterizado por la salida de sí mismos.

La misión evangelizadora de la Iglesia mira a un «humanismo pleno» y trata de promover la liberación de todo aquello que está impidiendo el desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres. El principio básico es siempre la persona humana, vista como "imagen de Dios". Por ello, la acción misionera comporta siempre una doble tarea: anunciar la visión global del hombre y de la humanidad que la Iglesia posee y denunciar el pecado de injusticia y de violencia que de diferentes maneras atraviesa la sociedad. Una denuncia que se convierte en juicio y defensa de los derechos no reconocidos y violados, especialmente de los derechos de los pobres, de los pequeños, de los débiles.

En este Domingo Mundial de la Propagación de la Fe, se nos pide participar con la oración y con la limosna, para dar apoyo a la acción de promoción y liberación que protagonizan los misioneros/as en nombre de toda la comunidad cristiana y siempre esperanzados. Lo que san Pablo predicaba: "la esperanza no engaña, porque Dios, dándonos el Espíritu Santo, ha derramado su amor en nuestros corazones" (Rom 5, 5). Ahora mismo nos lo confirma el testimonio de una Misionera desde Mozambique: "la fuerza con que se imponen las situaciones de injusticia no logra oscurecer los signos de esperanza. Cada día soy testigo de "milagros de esperanza" que dan fuerza para combatir el mal y creer que la realidad no es simplemente lo que vemos y que nunca todo no está perdido."

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo, 

+ Joan Pirirs Frígola, Obispo de Lleida