Tipus
Ayudando a vivir (Obispo Joan)
Autoria
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Fecha publicación: 
Dom, 07/29/2012
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Multiplicar comunión y fraternidad

 A pesar de las críticas más o menos bien intencionadas, nadie puede dudar que en nuestras comunidades cristianas es un hecho evidente el servicio generoso y la ayuda solidaria a tantos y tantas que están sufriendo en el cuerpo o en el espíritu. Para nosotros es un escándalo que uno de cada cuatro españoles viva en situación de riesgo de pobreza y de exclusión social y, por ello, además de hacerles llegar el mensaje de esperanza que nace del amor de Dios y pedir para ellos la fortaleza necesaria, compartimos de muchas maneras nuestros bienes multiplicando obras de comunión y fraternidad.

 Esta es nuestra contribución a la humanidad. El cristianismo se orienta a la unificación de la humanidad ("Que todos sean uno", pedía Jesús). Por ello, la auténtica espiritualidad de comunión tiene necesariamente un carácter social. Y la misma participación en la Eucaristía, donde el Señor nos convoca y reúne, nos alimenta de la Palabra y del Pan de vida y nos une a Él en la ofrenda del Sacrificio, se convierte en imperativo social para todos los que participamos y nos pide hacer algo para que todos puedan "vivir" como Dios nos lo ha hecho ver en Jesús. Él se hace presente en el pan y el vino, frutos de la tierra y del trabajo humano, y es desde esta transformación que nos tenemos que mirar las otras transformaciones a las que hay que contribuir.

 Cada domingo nos reunimos alrededor de la Mesa eucarística... queriendo comunicarnos verdaderamente con Jesús y dejándonos transformar por Él. Y cuando hacemos comunión con Él-cuando comulgamos a Jesús, que es "el Amor divino encarnado" - queremos reproducir su manera de entender la vida. Sin esta carga de profundidad, la misma comunión sacramental puede llegar a ser un gesto superficial y externo. Hay un verdadero encuentro con Jesús en la Misa cuando reconocemos y hacemos ver que Él, que nos ha invitado a su mesa, después, en la calle, sigue con nosotros con su presencia silenciosa, y nos acompaña y nos motiva a la hora de ofrecer a nuestros conciudadanos criterios y ejemplos de responsabilidad.

 En nuestro mundo hace mucho tiempo que venimos empleando la palabra solidaridad como el camino para realizar la igualdad de todos, la paz en el mundo y la eliminación de la pobreza. Pero una verdadera "solidaridad" significa sentirse responsables unos de otros, los sanos de los enfermos, los ricos de los pobres, el norte del sur, conscientes de que lo que podemos dar nunca nos pertenece del todo porque antes también nos ha sido dado. En consecuencia, hay que procurar que el vivir "compartiendo" llegue a ser praxis habitual entre las personas y los pueblos.

 Nuestra sociedad es muy secular ya veces parece que aumenta la indiferencia y el agnosticismo, pero también hay situaciones que la van haciendo cada día menos autosuficiente. Las crisis periódicas también tienen un efecto purificador. Y aunque muchos dejan de lado a Dios, porque consideran que vivir encuadernados a su voluntad es una dependencia infantil, nosotros, creyentes, sabemos que sin Dios las cosas no pueden ir bien, y debemos encontrar maneras de presencia que estimulen a creer.

 Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

 + Joan Piris Frígola, Bisbe de Lleida