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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 05/25/2014
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A estas alturas, cuando todavía somos muchos los que saboreamos la llamada del Papa Francisco a evangelizar con júbilo (Evangelii Gaudium), me gusta recordar que ya Pablo VI, en 1975, nos pedía afrontar la tarea del anuncio con entusiasmo. Nos decía que uno de los obstáculos para la nueva evangelización es la ausencia de alegría y de esperanza, y nos invitaba a la dulce y reconfortante alegría de evangelizar, aunque parezca que el anuncio sea una siembra entre lágrimas (cf. Salmo 126, 6). Insistía en la necesidad de que el mundo actual pueda recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino mediante ministros del Evangelio cuya vida irradia el fervor de quienes han experimentado la alegría de Cristo, ante todo en sí mismos, y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el reino de Dios y de implantar la Iglesia en el mundo (Evangelii Nuntiandi, 80).

El reto fundamental de la Iglesia es y será siempre anunciar la Palabra (el Evangelio) de manera que llegue a la gente. Es la misión encomendada por Jesús y es un deber de amor, porque «quien se ha abierto al amor de Dios, ha escuchado su voz y ha recibido su luz, no puede retener este don para él solo». (Lumen Fidei, 49).

Ahora que las Diócesis catalanas nos preparamos para celebrar con nuestros jóvenes una nueva JORNADA DEL ESPÍRITU (7 de junio, Vigilia de Pentecostés), sería bueno que todos nos pusiéramos a la escucha de lo que el Señor quiera pedirnos. Si los primeros cristianos afirmaban «No podemos dejar de anunciar lo que hemos visto y oído» (Hech 4,20), está claro que sólo quien escucha la Palabra puede convertirse después en su anunciador. De hecho, la Iglesia es una comunidad que escucha y anuncia la Palabra de Dios. Es en el Evangelio donde los bautizados encontramos siempre y de nuevo la orientación para acertar en el camino de la vida.

Permitidme volver a recomendar la «Lectio divina», la lectura asidua de la Sagrada Escritura acompañada por la oración. Recordemos que es uno de los dos objetivos diocesanos para este año. Si se promueve esta práctica con eficacia todos ganaremos. No podemos olvidar nunca que la Palabra de Dios es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro camino (Salmo 118/119,105).

Ciertamente, el Papa Francisco tiene toda la razón cuando dice que sólo desde una acogida más plena, más consecuente, más alegre (Evangelii Gaudium) de la buena nueva de Jesús por nuestra parte, podemos pensar esperanzadamente en un nuevo momento para el anuncio de la Palabra a nuestros conciudadanos.

Tenemos que recuperar nuestras convicciones: Dios quiere que la Buena Nueva sea ofrecida a todos hasta el fin de los tiempos; el Evangelio y la persona de Jesús tienen fuerza por sí mismos para "seducir" al hombre de hoy. En la cultura y en las culturas de este momento histórico hay no pocos valores que sintonizan con el Reino de Dios que Jesús vino a instaurar y, sobre todo que el primer actor en la obra de evangelización y quien conduce la Historia hacia su plenitud, es el Espíritu del Señor.

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Pirirs Frígola, Obispo de Lleida