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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 01/25/2015
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La fe cristiana es un tesoro que debemos agradecer, pero la vivimos envueltos en dificultades ambientales y también en debilidades personales que, a veces, nos hacen dudar de la capacidad de construir comunión evangélica. Por ello, hay que aumentar nuestra exigencia personal siguiendo la recomendación del apóstol Pablo: "no haya divisiones entre vosotros; unos afirman: 'Yo soy de Pablo'; otros: 'Pues yo, de Apolo'; otros: 'Yo de Cefas'; otros: 'Yo de Cristo.' ¿Es que Cristo está dividido? (1Cor. 1, 13).

Por otra parte, hay que aceptar que en nuestra vida hay un componente esencial de proceso. Jesús envía a los doce y dice: "Id y proclamad que el Reino del Cielo está cerca" (Mt 10,6-7), evocando una cosecha que aún está por llegar (Mc 4,8). Allí donde se hace el bien y se vive la fraternidad humana está el Reino, pero sin olvidar que es objeto de Esperanza. Mientras tanto, procuremos que el evangelio no sea un barniz decorativo sino que transforme, desde dentro, nuestras maneras de pensar, de sentir, de actuar, de reaccionar, de comportarnos... y de promover la unidad. Nuestra condición de "cristianos" nos pide desarrollar sentimientos y actitudes de filiación y de fraternidad: así iremos descubriendo que unidad no se opone a diversidad sino a separación y que la división no es nunca fuente de vida.

Llegados a este punto, tenemos que querer también promover acciones en favor de la unidad, siempre precedidas y acompañadas por la oración ecuménica, que no se reduce a una semana o un día especial. Hay que pedir cada día al Señor que conceda a su Iglesia la paz y la unidad. La unidad forma parte del ser de la Iglesia y del quehacer del cristiano. Es un don de Dios pero también es tarea nuestra de cada día, para mantenernos en fidelidad a Dios y en comunión con todos los hermanos.

El Papa Francisco nos acaba de decir en Turquía, en presencia del líder espiritual del Patriarcado de Constantinopla, Bartolomé I (noviembre de 2014): "en nuestro mundo se levantan con fuerza voces que piden que nuestras iglesias vivan plenamente su condición de discípulos del Señor Jesucristo". Empecemos por asumir toda la realidad de la Iglesia sin mutuas exclusiones. Hay que evitar vivir como si las diferencias no existieran o hacer las cosas de manera que alguien se imponga sintiéndose superior a los demás.

El Papa insistía en que la plena comunión no significa ni sumisión, ni absorción, sino aceptación de todos los dones que Dios ha dado a cada uno, para manifestar a todo el mundo el gran misterio de la salvación efectuada por Cristo, el Señor, por medio del Espíritu Santo. Y añadía "quiero asegurar a cada uno de ustedes que, para lograr el ansiado objetivo de la plena unidad, la Iglesia Católica no pretende imponer ninguna exigencia, salvo la profesión de fe común, y que estamos dispuestos a buscar juntos a la luz de la enseñanza de la Escritura. La comunión será siempre fruto del amor que llevamos en los corazones gracias al Espíritu Santo que se nos ha dado, amor fraterno que muestra el lazo trascendente que nos une como discípulos del Señor''.

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Piris Frígola, Obispo de Lleida