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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 06/02/2013
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La Eucaristía es el sacramento de la presencia real y verdadera del cuerpo entregado y la sangre derramada de Cristo (Lc 22,19-20) y en ella celebramos el amor extremo de aquél que, quitándose el manto y tomando la toalla del servicio, lava los pies de los discípulos (Jn 13,1-20). La celebración del Corpus Christi es una inmejorable oportunidad para verificar, personalmente y en comunidad, de qué manera vivimos en el día a día aquella exclamación de Jesús pidiendo "adoradores en espíritu y en verdad".

Y en esta Fiesta de la Caridad, constatando bajo el misterio luminoso de la Eucaristía las circunstancias que nos rodean, es ineludible sentirse urgidos a salir al encuentro de los más débiles. Hay que contemplar y reconocer a Jesucristo en el Santísimo Sacramento y también en los hermanos necesitados (hambrientos, sedientos, desnudos, enfermos, prisioneros, forasteros...), como nos pide el capítulo 25 del evangelio de Mateo. "Sobre esta página -decía el Beato Juan Pablo II-, la Iglesia comprueba su fidelidad de Esposa de Cristo, no menos que sobre el ámbito de la ortodoxia" (cfr. NMI 49). Y es inapelable el conocido comentario homilético de san Juan Crisóstomo: "¿Deseas honrar el cuerpo de Cristo? No lo desprecies pues cuando lo encuentres desnudo en los pobres, ni lo honres aquí en el templo con lienzos de seda si al salir lo abandonas en su frío y desnudez. Porque el mismo que dijo: 'esto es mi cuerpo' y, con su palabra llevó a realidad lo que decía, afirmó también: "tuve hambre y no me disteis comida'... ¿De qué serviría adornar la mesa de Cristo con vasos de oro, si el mismo Cristo muere de hambre? Da primero de comer al hambriento y luego, con lo que sobra, adornarás la mesa de Cristo".

Los verdaderos adoradores en espíritu y en verdad, movidos por el descubrimiento del anonadamiento solidario de Jesús (condescendencia divina), tienen muy presente que Él educó a los suyos para que ocuparan el último lugar como servidores (Lc 22, 26-27). Por ello, tenemos que desarrollar este mismo dinamismo que impulsa a actualizar los sentimientos y acciones de Jesús que compartió mesa y amistad con publicanos y pecadores y defendió a los más frágiles (Mt, 13-15; Lc 7, 36-50; Jn 8, 1-11), que admiró la fe de paganos y proscritos por la religión oficial (Mt 8, 5-13; 15, 21-28; Jn 4, 1ss) y la generosidad de los pobres (Mc 12, 41 -44, 14, 3-9) y, de muchas maneras, dejó claro que los últimos serán los primeros en el reino de Dios.

Recordemos y meditemos las muchas llamadas que encontramos en la Biblia a rehacer las situaciones que tantas veces son un impedimento para que vaya haciéndose cada día más realidad el proyecto de Dios de ese mundo nuevo donde habite la justicia.

Cuantos en el Día de Corpus honramos de manera especial el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo muerto y resucitado debemos sentirnos urgidos a avanzar, con alegría y decisión, por el camino de la solidaridad y de la comunión con aquellos que las Sagradas Escrituras llaman "huérfanos, viudas y extranjeros" y que representan el mundo de los excluidos que la sociedad priva de compartir los bienes que Dios ha dado para todos.

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+Joan Pirirs Frígola, Obispo de Lleida