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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 05/11/2014
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La celebración de San Anastasio este domingo, un mártir del siglo III nacido en Lleida y muerto en Badalona, además de conmemorar festivamente historia, leyendas y reconocimiento público por Voto de los “Paers” desde 1627, nos ofrece a los bautizados una nueva oportunidad para plantearnos el seguimiento de Jesucristo como un compromiso radical de vivir la fe, la esperanza y la caridad.

Hablar de radicalidad es hablar de dinamismo, de totalidad, de vida, de una libertad que se hace concreta intentando liberar y servir. Es hablar de más coherencia y más autenticidad, conscientes de caminar hacia lo absoluto. Naturalmente esto pide a los miembros de la Iglesia de Jesús llevar una vida de calidad evangélica, una vida animada por el espíritu de las bienaventuranzas. Un espíritu que debe influir en la manera de vivir los elementos que constituyen el ser humano en la vida concreta: la relación con la naturaleza y con los bienes, el tener; la relación con el otro, el amar; y la relación con los otros, con el grupo social, el poder, la aspiración fundamental de participar en la construcción de la sociedad.

Todos sabemos que estos tres valores (tener, poder y amar), pueden fácilmente degenerar o, incluso, desnaturalizarse si se convierten en absolutos. Tantas veces la riqueza degenera en avaricia que impulsa a acumular bienes sin ponerlos al servicio de la sociedad. Lo mismo ocurre con el poder, que degenera fácilmente en dominio o instrumentalización del otro. Igualmente el amor fácilmente puede convertirse en una forma de posesión, utilizando al otro en función de la satisfacción de cualquier necesidad.

Pues bien, los seguidores de Jesús afirmamos que hay una perspectiva que va más allá, que es necesario establecer una relación de trascendencia con estos valores. Que este mundo, siendo bueno, no es la última situación de vida, no es definitivo. Es lo que han puesto de manifiesto los mártires jugándose la vida.

En la vida y actitudes de Jesús queda perfectamente claro que el amor al dinero, aunque se envuelva en razonamientos de todo tipo, afecta a la manera de orientarse en relación con el Decálogo: "No tendrás otro dios fuera de mí". Por ello afirma radicalmente: "No podéis servir a Dios y al dinero". Y las Cartas apostólicas dirán de muchas maneras que "la codicia es una idolatría". Igualmente el poder y su ejercicio, que históricamente ha llegado incluso a sacralizarse, ya había sido denunciado como una forma de prostitución por los mismos profetas antes de Jesús. Y también la relación amorosa, que puede conseguir también niveles idolátricos con pretensión de absoluto para las personas.

De hecho, los llamados consejos evangélicos (pobreza, castidad y obediencia) quieren ser afirmación de la trascendencia de las realidades de este mundo, y son una denuncia de la riqueza estructurada como sociedad de consumo, del poder político absolutista, y del erotismo en tanto que mera utilización del otro. Son una manera de testimoniar un mundo abierto a la vida futura y que debe traducirse en un compromiso de servicio y disponibilidad absoluta.

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Pirirs Frígola, Obispo de Lleida