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Cerca de vosotros (Obispo Salvador)
Autoria
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Fecha publicación: 
Vie, 01/17/2020

Queridos diocesanos:

 

La palabra muerte está generalmente asociada a tristeza, sufrimiento y soledad. Incluso los cristianos, que tenemos clara la actitud y el consejo de Jesucristo ante la muerte, necesitamos purificar el lenguaje para, en este caso, dotar de esperanza el momento final de esta vida. Eso mismo se ha pretendido, una vez más, con el documento de los obispos que se presentó el día 4 de diciembre del pasado año en la sede de la Conferencia Episcopal Española.

 

El documento lleva por título: “Sembradores de esperanza. Acoger, proteger y acompañar la etapa final de esta vida”. Es muy claro y de fácil lectura. Se ha articulado en forma de preguntas (60) y las correspondientes respuestas. Son cuestiones que mucha gente formula y no acaba de tener una definición precisa sobre este tema tan fundamental: la enfermedad, la muerte, la eutanasia, la dignidad personal, los cuidados paliativos, la responsabilidad de los profesionales sanitarios, la voluntad de la familia, la fe y la propuesta cristiana… Lo podéis leer completo en la página web de la misma Conferencia, en la de nuestro obispado o en el de la Tarraconense. Os será muy útil para tener una buena información, el tema no es sólo religioso, para fundamentar vuestra opinión y, por supuesto, para fortalecer vuestra experiencia cristiana.

 

Me gustaría hacer tres precisiones. La primera es que el tema se refiere al ser humano en general y afecta a una concepción antropológica determinada; no es un asunto que atañe sólo a los creyentes o a la pretensión de la Iglesia de imponer su opinión.

 

La segunda se refiere a la tan repetida libertad de expresión en el sentido de que todos los sectores sociales tienen el derecho y el deber de usarla. A veces da la impresión por parte de algunos tertulianos o de ciertos articulistas que exhiben este derecho como fundamental, incluso cuando atacan u ofenden los sentimientos religiosos de los otros, y tratan de restringirlo para determinados grupos con la peregrina argumentación de coaccionar la voluntad de la ciudadanía.  

 

La tercera para insistir en que el referido documento no es la expresión de una lucha contra nadie ni contra nada en un momento determinado de la vida de nuestra sociedad. Es la manifestación rotunda de la verdad cristiana sobre la vida y la muerte, permanentemente expuesta a lo largo de los siglos por la Iglesia. Hemos sido creados por Dios, la vida es un regalo suyo, y a Él confiamos nuestro final. “En la vida y en la muerte somos del Señor”, nos dirá san Pablo (Rm 14,8) y que solemos escuchar muchas veces en los funerales de familiares y amigos. Nos llena de consuelo y alimenta nuestra esperanza en la vida, después de la muerte.

 

Está claro que ningún ser humano es dueño de la vida de un semejante. Ni el médico que trata siempre de curar y de cuidar la vida que tiene delante, ni el familiar que, por una cierta compasión, desea eliminar el sufrimiento ajeno. Ni siquiera uno mismo es dueño de sí para decidir cortar la vida. Cada uno de nosotros quiere vivir, quiere ser amado y acompañado en la etapa de la enfermedad y el sufrimiento. La dignidad del ser humano no se asienta sólo en el ejercicio de la propia voluntad porque, como dicen algunos autores, es irrenunciable, imprescriptible, inviolable. Aquello que siendo inmerecido merece un respeto y coloca en cierto modo al resto de la humanidad en situación de deudora. (Cfr. J. Gomá “La dignidad”).

 

Que nuestras opiniones y sentimientos se sustenten siempre en nuestras convicciones y en nuestra fe en el Dios de la vida y del amor.Con mi bendición y afecto.    

         

+Salvador Giménez, obispo de Lleida.