Por: Mn. Jaume Melcior Servat

Consiliario de la Congregación de la Puríssima Sang de Lleida

 

 

 Tiene la Semana Santa de Lleida dos iconos marianos importantes, de larguísima tradición, y que han llegado a lo más profundo del corazón del pueblo. La Virgen dels Dolors, que sale el Domingo de Ramos, y la Virgen de la Soledad, que lo hace el Viernes Santo.

Y es que la procesión del Domingo de Ramos, historicamente se ha centrado en la figura de María. Mostrando al pueblo, no solamente los sufrimientos de la Pasión del Señor, sino también los sufrimientos en la infancia de Jesús. Y de una manera única, hasta donde soy conocedor, la procesión dels Dolors saca también pasos por Semana Santa con pasajes de la infancia de Jesús. Escenas que son también Dolores de María.

En cambio, la procesión del Viernes Santo, se centra en la Pasión de Jesucristo. Y en esta Procesión, la figura de María es tratada con una preciosa finalidad; la del acompañamiento de una Madre fiel, servicial, firme. Un bálsamo de amor a Jesús, ante la crueldad que los hombres le ofrcemos en la Pasión. ¿Cuánta gente de nuestro mundo de hoy se siente o se encuentra sola? En el mundo de las comunicaciones, redes sociales... ¿Cuántos se sienten acompañados en sus sufrimientos? María, la Madre de Jesús, nos da en la procesión del Viernes Santo, este testimonio. Y este acompañamiento que hace a su Hijo, lo quiere extender a cada persona.

En algunos de los pasos del Viernes Santo no aparece la figura de Marií, porque como hemos dicho, nos centramon en la Pasión de Jesús. Pero si nos fijamos, cuando lo hace, es para mostrarnos este acompañamiento. Y la primera vez que la encontramos es en el paso del Encuentro de Jesús y María, camino del calvario. María sale al Encuentro del Hijo. Le muestra su acompañamiento, se miran uno al otro. Jesús está haciendo todas las cosas nuevas con la fuerza del Amor, y María, le apoya en la más absoluta fidelidad de Madre.

Seguimos, y en el siguiente paso en que encontramos a María, es en el denominado Ecce Filius Tuus ( Aquí tienes a tu hijo). Encontramos a María firme, al pie de la Cruz, acompañando de nuevo, junto a San Juan, en el momento en que Jesús, miediante el discipulo amado, nos la da como Madre nuestra: “ - Mujer, aquí tienes a tu hijo. Después dijo al discípulo: - Aquí tienes a tu madre. Y desde aquel momento el discípulo la acogió en su casa.” Jn 19, 25-27

A continuación nos viene otro paso, donde de nuevo Maria quiere acompañar. Pero esta vez, el protagonista es el público de la Procesión. Es el paso de “San Juan acoge a María como Madre”. Vemos la Figura de María con una palma de martirio, ya que ella participa de los sufrimientos de la Pasión de Jesús. San Juan estira los brazos y la mira fijamente en esta actitud de acogerla como Madre. El Apóstol San Juan nos representa a todos. Todos los que amamos a Jesús, queremos acoger a María como Madre. Cerca de la Virgen hay también un angel que con una mano levanta el manto de María, y mirando al público de la procesión, con la otra mano, nos invita a refugiarnos en nuestra Madre, para que nos dejemos acompañar en nuestra vida por Ella.

En el siguiente paso en que vemos a María acompañando es el del descendimiento, aquí acompañada por las tres Marías, San Juan, Nicodemo y José de Arimatea. Extiende sus brazos, para recibir por última vez el cuerpo de su Hijo. Ante este paso va la Cruz de la Sang, el patrón histórico de la Congregación de la Sang. Y detrás va el Crist Yacente, al que denomino patrón en el corazón de los Congregantes. Y es que el escultor Viladomat ejecutó en su momento una escultura tan sobrecogedora como serena, que ésta se ha ganado el patronazgo en el corazón de los Congregantes de la Sang, y de muchos que contemplan la Procesión. Y María, ¿dónde queda en este momento? Marií, como siempre, queda acompañando. Y Ella, acompaña por las calles de Lleida, en su solitud, en que acaricia a su hijo en el suve sudario que sostiene en sus manos. La Imagen de la Soledat tiene puesta la mirada en acompañar el cuerpo de su Hijo. Pero a la vez, tiene una mirada en el Domingo de Pascua, con la esperanza segura de la su Resurrección. Y es que históricamente, la soledad leridana salía el Domingo de Pascua para reencontrarse en la Catedral con Jesús Eucaristía, con el Hijo Resucitado.

El Mensaje de María es el mimsmo que el de Jesús:  la fidelidad, el espíritu de servicio y de Sacrificio. El Amor. La única fuerza capaz de Salvar al hombre. Y María nos lo muestra el Viernes Santo con su acompañamiento, desde la esperanza plena en Jesús. Esta es la diferencia entre las soledades humanas más oscuras, y la soledad cristiana. Unas son verdaderos pozos sin salida. Las otras, nos animan a servir desde el Amor y con un corazón esperanzado. Esperemos en este año de la Soledad, ofreceros en la imagen de María, una mirada hacia este amor y esta esperanza, en las diferentes actividades que iremos realizando. Ojalá que en la Pascua de 2024, podamos ver a la Virgen de la Soledat, vestida de Pascua, un hecho que no sucede desde 1931.