[14-10-25] Os reproducimos a continuación el artículo que publica hoy Josep Maria Forné en el diario Segre:

 

Caminemos juntos

El tema elegido por el Consell General del IREL para trabajar este curso es Caminemos juntos. Desde diferentes miradas y posicionamientos se aborda el tema que expone cada uno de los miembros y después realizamos un debate conjunto, coincidiendo, discrepando, pero construyendo conjuntamente para que, posteriormente, cada cual aplique en sus ámbitos aquello que le ha hecho crecer y que debería servir para hacer crecer cada parcela de actuación laboral, familiar, de amistad o académica, si procede. Me he hecho cargo de la mirada filosófico-política. Ahora me gustaría compartirla con la ciudadanía en general desde esta ventana que supone la colaboración en la opinión que nos ofrecen los medios de comunicación escrita.

Dividí la intervención en dos partes: una más teórica y otra más práctica. La teórica hace referencia a los implícitos conceptuales del tema. La práctica se refiere a tres referencias concretas del momento presente y cómo podemos responder a ellas, modestamente y de forma limitada, pero efectiva.

En cuanto a los implícitos conceptuales del caminemos juntos, creo que hay una oposición relevante entre focalizar el sentido de nuestras vidas en el éxito o en la felicidad. Con todas las limitaciones que se quieran poner a la idea de que el logro de la felicidad sea posible, sin esta idea —repito, por más matizada que sea— no hay posibilidad de caminar juntos. Si hacemos del éxito el objetivo de nuestras vidas, se reducirá a los versos de Góngora: “ándeme yo caliente y ríase la gente”. Ya se ve claramente que entonces el caminar juntos no tiene cabida. Un segundo elemento teórico que requiere el caminar juntos es pensar que, aunque el precio justo pueda ser el que acuerdan los intereses contrapuestos del que vende y del que compra, las cosas tienen un valor, un bien propio, que no se puede dejar en manos del mercado, al menos no exclusivamente. El interés no puede excluir el valor propio de las cosas, su verdad. Y por último, caminar juntos implica entender muy claramente la idea de Rousseau de que la voluntad de la mayoría no es la voluntad general. Esta última, la voluntad general, implica tener en cuenta también las voluntades de las minorías. No hay democracia sin respeto e integración de las voluntades de las minorías, y más aún cuando esas minorías serán siempre minorías en ese universo de mayorías. Sin esta aproximación a la voluntad general, tampoco caminamos juntos.

Estas puntualizaciones conceptuales nos abren a pensar la concreción, al menos, en tres ámbitos prácticos. En primer lugar, aceptando que la democracia es el menos malo de los sistemas, ya que el ideal de la felicidad, del bien común y de la voluntad general también ha generado sus monstruos históricos, no podemos caer en una de las tendencias de nuestro tiempo, que es aceptar la democracia solo como un sistema que legitima después la instauración de regímenes autoritarios. La democracia iliberal llama a nuestras puertas y es necesario denunciarlo para poder caminar juntos. En segundo lugar, el sistema de partidos, el menos malo, debe poder dejar entrar la praxis política en la cual ganar no signifique necesariamente que el otro pierda. En la pugna por el poder, inevitable, debe haber espacio para el consenso. Estamos lejos de ello y es imprescindible para caminar juntos. Debemos conseguir que la política deje de ser solo táctica. Por último, la polarización que vive el mundo impide caminar juntos. Es necesario trabajar por espacios fundamentados en la búsqueda de la verdad, en los cuales no haya la polarización entre quienes están en el lado bueno de la historia y aquellos otros que también lo creen. Hay que promover estos espacios que nos evitan caer en uno de los lados de la afilada hoja del cuchillo que separa los bandos y nos impide caminar juntos.

Hay mucho trabajo por hacer, pero es necesario “no abandonar nunca ni la tarea ni la esperanza”, como decía el maestro Pompeu Fabra. O, como dice San Pablo, “no nos cansemos, pues, de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, a su tiempo cosecharemos.”

Josep Maria Forné

Profesor de filosofía

Miembro del Consell General del IREL