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Cerca de vosotros (Obispo Salvador)
Autoria
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Fecha publicación: 
Dom, 06/05/2022

Queridos diocesanos:

Me vais a permitir que os repita algunas nociones que, con seguridad, muchos de vosotros conocéis por vuestra propia formación o por la responsabilidad desarrollada en el interior de la Iglesia. Hablamos hoy del pueblo de Dios que está formado por laicos, religiosos y clérigos y nos basamos en las afirmaciones que hace el Concilio Vaticano II sobre estas realidades eclesiales.

En el número 31 de la Constitución sobre la Iglesia se lee: “Por el nombre de laicos se entiende aquí a todos los fieles cristianos, a excepción de los miembros que han recibido un orden sagrado y los que están en estados religiosos reconocidos por la Iglesia”. Y también que el carácter secular es el propio y peculiar de los laicos, a ellos pertenece por propia vocación buscar el Reino de Dios tratando y ordenando los asuntos temporales. Además (núm. 36) “…han de procurar, en la medida de sus fuerzas, sanear las estructuras y los ambientes del mundo, si en algún caso incitan al pecado, de modo que todo esto se conforme a las normas de la justicia y favorezca más bien que impida, la práctica de las virtudes”.

En otros números se nos habla de la unidad en la diversidad de la Iglesia, del apostolado de los laicos, de su obrar que consagra a Dios el mundo mismo, del testimonio de su vida, de las estructuras humanas en las que cada uno está inserto y en las relaciones que han de tener con los otros miembros del Pueblo de Dios, marcadas por la fidelidad, el amor y la comunión y dirigidas a una única misión, la de dar a conocer el mensaje de Jesucristo a todos los pueblos. Somos todos iguales por el bautismo que hemos recibido y las diferencias en las funciones de autoridad en la Iglesia se fundamentan en el servicio a los demás y nunca en la pretensión de ordenar y mandar.

Una de las principales conclusiones del pasado Congreso de Laicos, celebrado en febrero de 2020, es que el primer anuncio, los procesos de formación y las presencias sociales que testimonian el Evangelio en el mundo de hoy, requieren que aprendamos y empleemos el lenguaje dela acompañamiento, que es el lenguaje de la escucha del otro, la acogida, el respeto por su libertad y su dignidad, la entrega generosa de nuestro tiempo, la implicación afectiva con el que sufre, la pedagogía de saber dejar al otro ser él y pensar por él mismo… actitudes de las que Jesús hace gala y con las que hemos de lograr ser una Iglesia de puertas abiertas.

La misma línea de actuación sostiene la convocatoria del Sínodo que ha realizado el papa Francisco y en la que muchos de nosotros hemos participado en este curso que ahora termina señalando siempre la misma dignidad de todos los miembros y la entrega servicial a la responsabilidad que se nos otorga. Es un camino exigente e ilusionante que nos impulsa a todos los miembros del Pueblo de Dios en una misma dirección, vivir con coherencia nuestra fe y darla a conocer con alegría.

Podéis comprobar que todo ello no es una novedad de ahora. Viene de lejos. Es posible que las debilidades y limitaciones de muchos bautizados han impedido un desarrollo más convincente y más armónico de las palabras de Jesús y las orientaciones de la propia Iglesia.

Este domingo se celebra la solemnidad de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo a los Apóstoles. Se nos pide que sigamos construyendo juntos, con los diversos dones, carismas, vocaciones y experiencias, la Iglesia animada por el mismo Espíritu. Es el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar. Es un día significativo para el servicio y responsabilidad de los laicos. Os invito a la oración y a participar en las actividades organizadas.

Con mi bendición y afecto

+Salvador Giménez, obispo de Lleida.