El logo representa cuatro figuras estilizadas que indican la humanidad proveniente de los cuatro rincones de la tierra. Abrazos entre ellos, indican la solidaridad y la fraternidad que une a los pueblos. La primera figura está pegada a la cruz. Es el signo no sólo de la fe que abraza, sino también de la esperanza de que nunca puede ser abandonada, porque siempre la necesitamos, sobre todo en los momentos de mayor necesidad. Conviene observar las ondas que tienen debajo y que están en movimiento, porque muestran que la peregrinación de la vida no siempre pasa por aguas tranquilas. Muchas veces las experiencias personales y los acontecimientos del mundo exigen con mayor intensidad la llamada a la esperanza. Es por ello que debe subrayarse la parte inferior de la cruz que se alarga y se transforma en un ancla y que se impone por encima del movimiento de las ondas. Como bien sabemos el ancla ha sido utilizada como metáfora de la esperanza. De hecho, el ancla de la esperanza es el nombre que en jerga marinera se da al ancla de reserva usada por las embarcaciones para hacer maniobras de emergencia que permitan estabilizar la barca durante las tormentas. No hay que olvidar el hecho de que la imagen muestra que el camino del peregrino no es un hecho individual, sino comunitario con la impronta de un dinamismo en crecimiento que tiende cada vez más hacia la cruz. La cruz no es estática, sino dinámica y se encorva hacia la humanidad, saliendo a su encuentro y no dejándola sola, ofreciendo la certeza de la presencia y la seguridad de la esperanza. Se destaca, por último, con color verde el lema del jubileo 2025: Peregrinantes in spem.