Joana Falguera y Alba Morillo son dos estudiantes que el curso pasado estudiaban en el Episcopal y vivieron una experiencia de voluntariado en Guatemala el verano pasado, participando en un proyecto de la Delegación de Misiones de nuestra diócesis. Ambas recomiendan la experiencia de voluntariado y aseguran que "ha sido un antes y un después".

Conocieron este proyecto de colaboración de la Delegación de Misiones y la Congregación de Marta y María en Guatemala en una charla en el Episcopal en la que se buscaba voluntarios para ir a Esquipulas y Jalapa para atender a niños que están en casas de acogida, así como adolescentes embarazadas que han sido violadas por algún familiar. Hicieron una formación antes del viaje y allí las acogió Mn. Víctor Espinosa, sacerdote de nuestra diócesis que está haciendo de misionero en la Ciudad de la Felicidad.

Las dos jóvenes recuerdan que fue un viaje largo y que las recibieron con una pancarta y globos en el aeropuerto. Joana asegura que "vimos que los niños tenían mucha falta de cariño" mientras que Alba explica que "primero conocimos el entorno y en breve nos contaron experiencias personales muy duras, lo que nos sorprendió". Joana, que ahora ha seguido sus estudios en la Universidad de Lleida después de terminar el curso en la Episcopal, destaca que "en la formación previa ya nos explicaron con lo que nos podríamos encontrar, pero hasta que no lo vives, no te lo crees". Afirma también que "ha habido un antes y un después y lo recomendamos el 100%. Ahora valoramos las cosas de otra manera". Su tarea era hacer refuerzo escolar, charlas, compartían su día a día, jugaban al fútbol y también participaban en las eucaristías. Por su parte, Alba dice que "no hemos ido a cambiar nada en Guatemala, hemos ido a ayudarles y hemos visto que viven en unas condiciones muy precarias en una sociedad muy diferente a la nuestra". Recuerdan que les impactó mucho ver como unos niños de la casa de acogida se reencontraban con su familia biológica en un pueblo en medio de la selva".

Alba y Joana están colaborando económicamente, como el resto de voluntarios, en la medida que pueden, para mejorar la calidad de vida de los niños acogidos. Han compartido muchos momentos con ellos y siguen en contacto.