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Cerca de vosotros (Obispo Salvador)
Autoria
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Fecha publicación: 
Vie, 06/19/2020

Queridos diocesanos:

 

La situación que estamos viviendo provocada por un virus ha creado incomodidades, miedos e incertidumbres de cara al futuro. Alumnos sin clases, comercios cerrados, servicios públicos paralizados, empresas bajo mínimos o sin producción, hospitales y clínicas al borde del colapso. En un principio todo fue una sorpresa y, más tarde, un intento unánime de adaptar la vida y el entorno a las nuevas condiciones que casi nadie de estas generaciones había soportado.

 

Nuestras comunidades cristianas también han padecido la falta de actividades formativas y de culto. Se ha intentado mantener el servicio socio-caritativo con una enorme gratitud por parte de sus beneficiarios, los más vulnerables de la sociedad. Tenemos que reconocer el esfuerzo y la tarea de tantos voluntarios y empleados por hacer un poco más soportable la tragedia sobrevenida.

 

El confinamiento en nuestros domicilios nos ha permitido dedicar más tiempo a la lectura. Nos hemos acercado a páginas de literatura y a los artículos de análisis sobre los múltiples aspectos que tiene esta enfermedad. Se ha dicho prácticamente todo sobre el origen de la pandemia, sobre los modos de actuación presente y sobre las consecuencias que se avecinan.

 

En un primer momento me sorprendió la comparativa que muchos hacían con la anterior crisis del año 2008. En esos recuerdos se acentuaba la importancia de la familia como gran colchón que evitó inmensos males en el entramado social. Se repetía hasta la saciedad que el núcleo familiar había sido determinante para devolver la esperanza. Con las pequeñas pensiones de los abuelos, con la creatividad de los padres de generaciones medias y con la comprensión de los jóvenes se había salido hacia adelante. Algunos analistas ponderaban la actitud de los creyentes en su servicio hacia los más desfavorecidos debido al cumplimiento del mandato de Jesucristo sobre el amor al prójimo.

 

En nuestra cosmovisión cristiana la familia tiene reservado un papel esencial en la manifestación del amor del hombre y de la mujer, en la defensa de la vida, en la educación de los hijos y en el acompañamiento y consuelo en los momentos difíciles de enfermedad, paro o pobreza.

 

Todo ello envuelto con los vínculos de la gratuidad, del servicio constante y desinteresado y del amor sin límites hacia todos sus miembros. Dentro de la familia nos preguntamos más veces cómo ayudamos al otro que cómo podemos aprovecharnos de sus facultades o recursos. No en balde aparece la familia como la institución más valorada en las encuestas que a diario nos ofrecen los medios de comunicación. 

 

De la crisis anterior se salió mejor por el comportamiento de la familia. De la actual, que parece mucho más dura, necesitamos el concurso y la ayuda de todos. Repetirá una vez más el recurso a la familia como un gran paraguas que evita la lluvia y la inclemencia del mal tiempo   concretado en la indiferencia, en la soledad, en el miedo, en la insolidaridad. Necesitamos ser escuchados, acompañados, queridos. Y eso lo encontramos con facilidad en el entorno familiar.

 

A pesar de las dificultades momentáneas de algunas familias o los desamores y rupturas que se producen en su interior necesito pedir a todos una mejor valoración de la familia en estos momentos concretos. Todos los aspectos positivos que aportéis os serán devueltos con creces como un beneficioso y permanente consuelo para vuestras vidas.      

 

 

Con mi bendición y afecto.                           

 

+Salvador Giménez, obispo de Lleida.