Habitualmente la realidad de vivir lejos de nuestra familia es una de las experiencias más difíciles de la vida.En el caso de la emigración, a menudo nos deja no sólo con muchas dificultades y con el sentimiento de

tristeza, sino también con la preocupación absoluta debido a la distancia que nos separa ahora y que puede afectar mucho a las familias separadas.

El dolor y la tristeza se justifican por la distancia física entre  los miembros de la familia unidos entre sí  por lazos de amor y admiración por el cónyuge y el afecto a los hijos que dejamos atrás. Esto nos provoca mucho estrés esperando el ansiado reencuentro, lo cual muchas veces nos lleva a caer en el desaliento. La mayoría de nosotros deja atrás siempre personas muy queridas que  llevamos en el corazón, como la pareja, hijos y el resto de la familia. El   hecho de tener que dejarlos nos produce una profunda preocupación por lo que les pueda pasar como enfermedades, guerras, hambre,  falta de un buen cuidado, la educación que recibirán los hijos, así como la inquietud en el plan escolar y social.

Esta situación nos provoca  ansiedad,  falta de concentración en todo lo que hacemos y un menor entusiasmo para mejorar nuestras condiciones de vida siguiendo formaciones para una buena y futura  inserción laboral.

Otro aspecto es la fuerte presión que tenemos  para enviar constantemente dinero a nuestros familiares para resolver los problemas a los cuales se enfrentan en el propio país. Esto nos lleva a descuidarnos a nosotros mismos privándonos de comida suficiente y equilibrada, viviendo precariamente porque tenemos que ahorrar. Esta situación nos lleva a unirnos más entre los  emigrantes porque compartimos esta dura cotidianidad.

También es cierto que como inmigrantes la experiencia de la separación familiar nos da fuerza para superar los retos de nuestra situación, trabajando con entusiasmo con la esperanza  de volver a vernos con los nuestros.

En toda esta realidad que vivimos los emigrantes, lo más duro es lo que viven los refugiados. Dejan sus países contra  su voluntad buscando un lugar donde encontrar seguridad. Cierto es que están contentos de haber dejado el peligro atrás, pero el hecho de no saber si volverán a verse un día con sus familiares les deja en una profunda depresión. Para ayudar a superar esta situación, puede ayudar mucho la fe en Dios así como la ayuda de especialistas (psicólogos) 

Así con esta difícil etapa de la vida que hemos atravesado, tenemos que evitar que otras personas sufran, asesorándoles bien. Pero también aprendemos  una buena lección en la vida, la cual es que siempre hay que pensar lo bien antes de tomar cualquier decisión, sobre todo para nuestra propia felicidad.

Aline Mbengono