Nacimiento. Infancia
Bustillo del Monte, provincia de Cantabria y diócesis de Santander, aunque entonces pertenecía a la diócesis de Burgos. Al día siguiente de nacer, fue bau- tiudo en la iglesia parro- quial de su pueblo, dedica- da a san Martín, obispo. En esta misma parroquia, el 5 de julio de 1904, poco tiempo después de cumplir los dos años de vida, reci- bió el sacramento de la confirmación.
Bt¡stillo -localidad perteneciente al municipio de Valderredible- limita al este y al sureste con la provincia de Burgos y al oeste y al suroeste con la de Palencia. Todos los lugares que forman dicho municipio se han ido despoblando con cierta rapidez, desde los años cincuenta del siglo XX hasta hoy, perdiendo casi el noventa por ciento de su población; en la actualidad, Bustillo tiene unos cuarenta habitantes, que viven de la agricultura y la ganadería.
Su familia. Ingreso en el seminario marista
Eusebio y Lorenza, los padres de Restituto, eran agricultores de posición más bien modesta, pero de una genuina y probada fe cristiana; sus fuertes convicciones religiosas calaron profundamente en su hijo, que sintió muy pronto la llamada del Señor. El 25 de mayo de 1915, con casi 13 años, ingresó en el seminario marista de Anzuola (Guipúzcoa); a tan temprana edad, ya destacó por sus excepcionales dotes intelectuales y mostró un virtuosismo musical poco común, que cultivó desde entonces con constancia y esmero.
Su vida religiosa
Pasó al noviciado en la misma casa el 28 de noviembre de 1917, y vistió en ella el hábito marista el 24 de agosto de 1918, recibiendo el nombre de H. José de Arimatea. Al terminar el noviciado, emitió sus primeros votos anuales el 25 de agosto de 1919. El 20 de agosto de 1926 hizo la profesión perpetua en Anzuola, entregándose de por vida a Dios en el Instituto marista.
Al terminar el noviciado, siguió en Anzuola estudios de pedagogía y de otras materias, tanto religiosas como profanas, preparándose para el ejercicio de la docencia, pero no descuidó su formación musical. Su primer destino fue el colegio marista de Zalla (VIzca- ya), adonde negó en agosto de 1920; desde agosto de 1923, fue profesor en el colegio de Bilbao; volvió a Anzuola en agosto de 1926 de profesor de los jóvenes seminaristas; en agosto del año siguiente, pasó al colegio de Oronoz (Navarra); entre febrero y junio de 1930, siguió en Grugliasco (Italia) un curso de espiritualidad -lo que los maristas llaman el .segundo noviciado»-; y en julio de 1930, fue a Ribadesellla (Asturias) para fundar y dirigir el colegio marista .San José».
Su detención y martirio
El 26 de julio de 1936 -a la una y media de la mañana- fue apresado en el colegio y nevado a Ia.Casa del Pueblo»; elll de agosto, recluido en la iglesia, que hacía de prisión; y ellS de agosto, encerrado en una celda subterránea del ayuntamiento, de la que lo -sacaron» el 4 de septiembre para darle muerte.
Su perfil humano y religioso
Su fuerte temperamento dificultaba sus relaciones con los demás; sin embargo, se produjo un cambio radical en su conducta a partir de su paso por el segundo noviciado. Debió hacer en él un serio propósito de dominar su carácter, porque desde entonces fue otro en su manera de ser y de actuar. Con todo, a veces, seguía siendo algo brusco al exigir a los herma- nos la observancia de las reglas y a los empleados el cumplimiento de sus deberes laborales. Era bondadoso y amable con los niños y con los padres de los alumnos y muy caritativo con las personas necesitadas, lo que le atrajo la estima y el afecto de la mayoría de los vecinos de Ribadesella. Sin embargo, su labor también le proporcionó algunos enemigos, entre los que destacó un maestro nacional, empeñado en cerrar el colegio marista porque era enemigo declarado de la educación católica.
Su zelo de educador
Para dar realce y solemnidad a las celebraciones litúrgicas, organizó un coro en la parroquia, en la que actuaba de organista; gracias al coro, asistían más fieles a la iglesia y algunos que la habían abandonado volvieron a ella. El deseo de la gloria de Dios lo estimulaba, impulsándolo a trabajar con ahínco para asegurar una sólida educación a niños y jóvenes, intentando hacer de ellos unos hombres de provecho y unos cristianos fieles y comprometidos. Desde pequeños, cuando los preparaba para que hicieran la primera comunión, les infundía el amor que él sentía por Jesús sacramentado y los animaba para que fueran a diario a misa y para que comulgaran.
Benigno GIL