Nació en Lleida, el 16 de enero de 1901, siendo bautizado en la Parroquia de San Pedro-Catedral el 14 de marzo de aquel año. Nace en el seno de una familia cristiana tradicional, perdiendo a su madre cuando tenía dos años y a su padre al cumplir los diecisiete. Hizo los estudios de primera y segunda enseñanza en el Colegio de los Hermanos Maristas, y posteriormente la carrera de Farmacia en la Universidad de Madrid, donde obtuvo la Licenciatura, especializándose en “Análisis Clínicos” en el “Instituto Ramón y Cajal” de Madrid.
Se casó, también en Madrid, el 14 de mayo de 1931, con Matilde Vélaz de Medrano Cenedese, naciendo de esta unión dos hijos, Fernando, en 1932, y Matilde en 1934.
Instalado en Lleida, abrió su Laboratorio de Análisis Clínicos; aprobó las oposiciones de la Sección de Análisis Clínicos del Instituto de Sanidad, cargo del que fue destituido al acceder al poder los nuevos cargos políticos; y a partir de junio de 1936, regentó la farmacia de su propiedad, situada en la calle Mayor de esta ciudad.
Comprometido con sus convicciones religiosas, oía misa diaria en la iglesia de los Franciscanos, cercana a su domicilio, y pertenecía a diferentes cofradías religiosas de la ciudad. Su catolicismo era profundo y ferviente, compartiendo con su esposa ilusiones de porvenir, que fueron truncadas prematuramente con su muerte. Políticamente militó en las filas de la CEDA, al igual que mucha juventud de su época, con ideales de mejorar la Patria.
El 29 de agosto de 1936, fue detenido en la rebotica de su farmacia, y conducido a la cárcel de Lleida, celda 36, donde permaneció hasta el día uno de noviembre. En esa fecha fue trasladado al Salón de Plenos de la Paería, y, juzgado por el “tribunal popular”, fue condenado a muerte. Entre otros motivos, se alegaron que iba a misa todos los días a los Franciscanos y que había acompañado a algunas monjas a votar. Esa misma noche, madrugada del dos de noviembre, fue transportado junto con otros condenados, al cementerio de Lleida, y perdonando a los que le iban a matar, fue fusilado en el “paredón” y enterrado en la fosa común.
En las notas y cartas que diariamente dirigía a su esposa, dejó huella del profundo amor a su familia, a Dios, y de su aceptación de la situación por la que pasaba en aquellos momentos; sus cartas son una fuente de paz.