Maria Dolors Prenafeta es hermana dominica de la Anunciata . De sus 75 años , ha pasado 45 en servicio misionero en Guatemala , con un breve paréntesis en México . Como cada tres años, aproximadamente, pasa un mes en casa, visitando familiares y amigos.
La hermana Prenafeta vive en Cahabón, una población de unos 3.000 habitantes, la gran mayoría de los cuales son indígenas de la etnia quekchí. También viven ladinos, es decir, descendientes de españoles. Aún hoy en día existen diferencias racistas entre unos y otros. De hecho, la iglesia es la única institución que defiende la igualdad en dignidad y derechos entre unos y otros.
El municipio engloba varias familias que viven aisladas unas de otras en medio de la selva. Las hermanas dirigen una escuela de secundaria que ofrece formación a estas personas. Al mismo tiempo, dirigen una residencia donde las alumnas que vienen de la selva, pueden vivir internas, para seguir con sus estudios.
Las familias que envían a sus hijas a estudiar, ven en la educación una oportunidad de progreso y de mejora en la calidad en sus vidas.
La falta de recursos económicos para mantener la escuela, se suple con la colaboración de todas las familias en forma de especies. Por ejemplo, las tareas de mantenimiento de la residencia van a cargo de las chicas y son los padres de las alumnas que cuidan del huerto que les provee de alimento para todo el curso escolar. De esta manera, con la solidaridad de todos, también con los recursos económicos que obtienen de la congregación, las chicas pueden cursar sus estudios, lo que les facilita acceder posteriormente a estudios universitarios. Como ejemplo, la misma directora del centro, que es también hermana dominica, fue alumna en su día.
La comunidad de religiosas está formada por cuatro personas, dos de ellas indígenas, otra ladina y nuestra leridana, Maria Dolors. Trabajan estrechamente con laicos, pues todos los profesores lo son. También con los padres dominicos, que llevan adelante otros proyectos similares.
La historia de Maria Dolors se resume en acompañar, desde un enorme respeto, a aquellas comunidades. Por el camino ha encontrado personas maravillosas, llenas de bondad y generosidad. Quizás el aspecto más difícil de su tarea, ha sido el poder lograr la integración del Evangelio en los ritos ancestrales de los quekchís.
La hermana Maria Dolors habla con voz tierna y serena, y se apasiona y se indigna cuando recuerda situaciones vividas injustas. Su mirada humilde se ilumina cuando habla de las personas que ha conocido y amado.