Mn. Gerard Soler dedica su escrito semanal de la sección Liturgia Viva a hablar de la oración al Padre por nuestro Señor Jesucristo.

Podéis leerlo a continuación o descargároslo del documento adjunto.

DOMINGO III del tiempo ordinario (B)

(Domingo de la primera predicación del Señor)

f) Liturgia de las Horas: oración al Padre por nuestro Señor Jesucristo

          "No pudo Dios hacer a los hombres un don mayor que el de darles por cabeza al que es su Palabra, por quien ha fundado todas las cosas, uniéndolos a él como miembros suyos, de forma que él es Hijo de Dios e Hijo del hombre al mismo tiempo, Dios uno con el Padre y hombre con el hombre, y así, cuando nos dirigimos a Dios con súplicas no establecemos separación con el Hijo, y cuando es el cuerpo del Hijo quien ora, no se separa de su cabeza, y el mismo salvador del cuerpo, nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, es el que ora por nosotros, ora en nosotros y es invocado por nosotros como Dios nuestro. Reconozcamos, pues, en él nuestras propias voces y reconozcamos también su voz en nosotros" (S. Agustín, Comentario sobre los Salmos, 85,1).

          En Cristo radica, por tanto, la dignidad de la oración cristiana, al participar esta de la misma piedad para con el Padre y de la misma oración que el Unigénito expresó con palabras en su vida terrena, y que es continuada ahora incesantemente por la Iglesia y por sus miembros en representación de todo el género humano y para su salvación" (OGLH 7).

          "Que nadie en las preces confunda al Padre con el Hijo, ni al Hijo con el Padre, y cuando se asista al altar (se celebre la Eucaristía) siempre se dirija al Padre la oración" (Concilios de Hipona y Cartago).

          "Todo don salvífico viene del Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo; y en el Espíritu Santo, por el Hijo, retorna de nuevo al Padre" (S. Padres).

          Aún la oración dirigida al Hijo siempre termina en el Padre, porque el Hijo y el Padre son uno (Jn 17,22), y todo lo que tiene el Padre lo tiene también el Hijo (Jn 16,15), y Cristo es la Imagen-Icono de la gloria del Padre, imagen del Dios invisible (Col 1,15; 2 Cor 4,4).

          "Cuando los sacerdotes y todos aquellos que han sido destinados a esta función por institución de la Iglesia cumplen debidamente ese admirable cántico de alabanza, o cuando los fieles oran junto con el sacerdote en la forma establecida, entonces es en verdad la voz de la misma Esposa que habla al Esposo" (SC 84).

Mn. Gerardo Soler

Liturgia de las Horas, 25-1-15