Mn. Gerard Soler, delegado diocesano del Área de Liturgia y Espiritualidad, nos aporta una nueva colaboración en la sección Liturgia Viva sobre los Salmos que la Iglesia reza.

Podéis leer el texto a continuación o descargarlo del docuemnto adjunto.

DOMINGO XXXIV: JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO 

LOS SALMOS QUE LA IGLESIA REZA (5) 

2. El pueblo donde nacieron los Salmos

          Parece que no podemos hablar de Israel hasta el año 1000 antes de Cristo, cuando con David se unifican dos grandes grupos de tribus nómadas. Uno siempre se había movido por la tierra de Canaán y Mesopotamia, especialmente por tierras del sur de Canaán, por el desierto de Judá; sería el grupo "abrahamítico", cuya  capital era Hebrón. Y otro que, en cierta ocasión había emigrado a Egipto y después pudo marchar de allí hacia la tierra de Canaán, especialmente al norte. Sería el grupo "jacobítico", y la capital era Siquem.

          David consiguió la unidad de los dos grupos gracias a su visión y su fuerza política. Constituyó la capital del reino unido en una ciudad neutral, Jerusalén. Supo motivar la unión aduciendo la necesidad de defenderse de los grandes o pequeños países que les rodeaban. Y también que los dos grupos tenían experiencias de fe y de salvación parecidas: experiencia de un Dios personal, que camina con el pueblo, que les libera, que es amigo y salvador. 

          Esta unión no duró mucho, ya que a la muerte del hijo de David, Salomón, los dos grupos se volvieron a separar políticamente formando dos reinos: el de Israel al norte, y el de Judá al sur. Y así continuaron hasta su destrucción: el año 721 el del norte, a manos de Asiria; y el año 587 el del sur a manos de Babilonia. La fe continuó siendo la misma, con alguna pequeña variante.

          Estos dos grupos de creyentes no escaparon a las crisis, normales, en cualquier grupo humano: internacionales, nacionales, sociales, existenciales, de fe. 

          Nos interesa la crisis de fe, ya que en aquellos grupos cualquier cosa relacionada con la vida tenía relación con la fe en Dios. Y todo lo relacionado con la fe en Dios también lo estaba con la vida. 

          Delante de la tierra, de la institucionalización, la monarquía, el templo, la religión basada en el culto, etc., aquellos grupos de creyentes tuvieron muchas tentaciones en contra de la experiencia fundamental de la salvación, de la fe: el sedentarismo, conversión del Dios personal en una divinidad local, como las otras naciones, seguridad en sus propias fuerzas e instituciones, alienación y corrupción de la fe en forma de culto que no cambia a las personas, manipulación de la divinidad y de la religión. 

          Muchos creyentes salieron al paso de estas dificultades y tentaciones; algunos de forma directa (actuación y libros de los Profetas), o de forma indirecta (libros históricos y narrativos) fueron profundizando en el núcleo de la experiencia de fe, la actualizaron y descubrieron las nuevas exigencias y fidelidades que suponía. La Biblia es el testimonio de estos creyentes (jahwistas, elohistas, sacerdotales, deuteronomistas, cronistas, profetas concretos, sabios, etc) que luchan para conservar la fe, para ir descubriendo a Dios en los nuevos acontecimientos, para conectar la vida del pueblo con su fe. 

          De esta manera fue posible que el pueblo creyente, a pesar de las crisis, las dificultades, el exilio, el cerrarse el postexilio, los problemas existenciales que se plantearon (dolor, sentido de la vida, sentido de la muerte, etc.) pudiese continuar su relación personal con Dios, que siempre estaba vivo y personal, que se manifestaba en la vida concreta de los hombres y de la historia, y así manifestaba cual era su estilo de actuar y que estilo de actuar exigía a los hombres hacia El y hacia otros hombres. 

          La expresión máxima de esta relación, la respuesta del hombre a las llamadas de Dios, está en estas plegarias que hace el hombre a Dios, en las cuales encontramos, prácticamente, todos los aspectos de la experiencia de fe de los hombres, de su compromiso hacia su Dios, y hacia los otros hombres. 

          Son los Salmos, que pueden ser considerados libros sapienciales, en cuanto son una respuesta de fe a Dios, y en cuanto recogen las experiencias de cada día y los problemas más existenciales que tiene planteados el hombre y los presenta a Dios.

Mn. Gerardo Soler

Liturgia viva. Liturgia de las Horas, 22-11-15

AdjuntoTamaño
Icono PDF Text en català.pdf57.75 KB
Icono PDF Texto en castellano.pdf58.94 KB