El pasado sábado, 8 de junio, tuvo lugar el tradicional encuentro de familiares de misioneros. Este año hemos celebrado la decimoquinta edición. El encuentro tiene siempre como objetivo el recordar a los misioneros y misioneras a través de sus familiares. Así, la Academia Mariana acogió a familiares de misioneros vinculados al Obispado de Lleida y también a misioneros y misioneras que, después de dedicar años de servicio a los pueblos empobrecidos, han vuelto para continuar a su servicio dentro de nuestras comunidades.

El encuentro empezó a las 11 de la mañana recordando a los misioneros mediante sus fotografías acompañadas de mensajes expresados por ellos mismos. A continuación, pudimos disfrutar de dos aportaciones muy interesantes. La de la hermana dominica María Teresa Calzada, ilerdense, que lleva muchos años de vida misionera en Argentina y que ha venido a Lleida para pasar unos meses y poder visitar a su familia y amigos, y la de Mosén Quique, sacerdote colombiano, actualmente rector de la parroquia de Alcarrás que ha venido a Lleida para enriquecer nuestra comunidad.

Sus testimonios nos hablaron de donación gratuita por Amor a Dios en la construcción de Reino. Ambos resaltaron la importancia de que cada bautizado es protagonista de la Misión, independientemente del lugar donde viva. Al mismo tiempo, estuvieron de acuerdo en reconocer que es la plegaria la base que fundamenta sus vidas.

Después, tuvimos un espacio de diálogo con diferentes aportaciones de los familiares de los misioneros. En general, se constató que los misioneros tienen la voluntad de continuar con su Misión allá donde se encuentran, pues el servicio a los desfavorecidos es lo que llena sus vidas.

A continuación pudimos escuchar el testimonio de Manolo Fortuny, jesuita originario de Mallorca. Desarrolla su servicio en el Chad y se halla en Lleida visitando a su comunidad. De su reflexión destacamos la imagen que utilizó para explicar que “desarrollo” y “evangelización” son las dos piernas de una misma persona. Las dos son necesarias para caminar.

El final del espacio dedicado al diálogo dio paso a la celebración de la Eucaristía, conjuntamente con los grupos de Oración y de Amistad, dando gracias al Señor por el bien de tener personas dispuestas a darse sin temor más allá de nuestras fronteras.

Y, para acabar, compartimos una comida de hermandad. Momento en que pudimos disfrutar de la amistad en la sobremesa, con alegría y buen humor.

A lo largo de la jornada nos acompañó nuestro Obispo que mostró su agradecimiento a los misioneros y misioneras, deseando nuestra disposición a dejarnos tocar por el Espíritu del Señor.

Delegación de Misiones