Unos 900 ilerdenses han participado en la ceremonia de beatificación de los 522 Mártires del Siglo XX, 95 de los cuales forman parte de la Diócesis de Lleida o están vinculados a ella, que ha tenido lugar en Tarragona. Once autocares, que han salido de diferentes parroquias de la ciudad, además de los de Bell-lloc, Borges Blanques, Juneda y Monzón, parroquia adscrita a la Diócesis de Lleida cuando padecieron martirio los sacerdotes Josep Nadal y José Jordán, así como numerosos coches particulares se han desplazado hasta el Complejo Educativo de Tarragona donde se han celebrado los actos religiosos.

En total han asistido unas 2.500 personas, entre las que se encontraban el presidente de la Generalitat, Artur Mas; el presidente del Congreso, Jesús Posada, y los ministros de Justicia e Interior, Alberto Ruíz Gallardón y Jorge Fernández Díaz. Además del conseller de Agricultura, Josep Mª Pelegrí, se podían descubrir otras caras leridanas en las hileras de sillas reservadas a las autoridades. El diputado del PP, José Ignacio Llorens, y el delegado del Govern, Ramón Farré, que lo hacía no sólo por el cargo sino también por ser familia directa de una de las víctimas de la represión que murió al lado del obispo Huix el 5 de agosto de 1936 en el cementerio de Lleida.

El vídeomensaje del papa Francisco ha abierto la ceremonia concelebrada por 8 cardenales, 97 arzobispos y obispos – todos los de las diócesis catalanas -, unos 1.400 sacerdotes y presidida por el prefecto de la Congregación por las Causas de los Santos, el cardenal Angelo Amato.

El mensaje del Santo Padre no ha estado exento de contenido. “Siempre hemos de morir un poco para salir de nosotros mismos, de nuestro egoísmo, de nuestro bienestar, de nuestra pereza, de nuestras tristezas, y abrirnos a los demás, especialmente a los que más necesitan”. Y ha seguido implorando la intercesión de los mártires para ser cristianos. “Cristianos con obras y no de palabras, para no ser cristianos mediocres, cristianos barnizados de cristianismo, pero sin substancia. Ellos no estaban barnizados, eran cristianos hasta el final”. Y ha acabado pidiendo su ayuda “para mantener firme la fe, a pesar de las dificultades, y así ser abono de esperanza y artífices de hermandad y solidaridad”.

Antes de celebrarse la eucaristía se ha descubierto un gran pancarta con la cara de todos los mártires que iban a ser beatificados, acompañando al logotipo que ha identificado esta magna celebración, en la que se han instruido 33 causas para aglutinar el medio millar de nuevos beatos. Cinco de estas causas son las que corresponden a la Diócesis de Lleida (obispo Salvi Huix Miralpeix, “Curetas de Monzón”, 68 hermanos maristas, 19 padres mercedarios y 5 carmelitas descalzos).

El obispo de Lleida, Joan Piris, el coordinador de las causas de la beatificación de la Diócesis, Mn. Joan Ramón Ezquerra y el rector de la parroquia del Romeral de Monzón, José Luis Pueyo, han recibido de manos del cardenal Amato una copia de la carta del Santo Padre en la cual se inscriben en el catálogo de los beatos a los 522 mártires.

Posteriormente, el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos ha leído su homilía, en la que ha resaltado que éstos no eran mártires caídos por la guerra civil, sino “víctimas de una radical persecución religiosa, que se planteaba el exterminio programado de la Iglesia. Estos hermanos y hermanas nuestros no eran combatientes, no tenían armas, no se encontraban en el frente de guerra, no apoyaban a ningún partido, no eran provocadores. Eran hombres y mujeres pacíficos. Fueron maltratados por odio a la fe, sólo por ser católicos, por ser sacerdotes, por ser seminaristas, por ser religiosos, por ser religiosas, por creer en Dios, porque tenían a Jesús como único tesoro, más apreciado que la propia vida. No odiaban a nadie, amaban a todos y hacían el bien a todos. Su apostolado era la catequesis en las parroquias, la enseñanza en las escuelas, el cuidado de los enfermos, la caridad con los pobres, la asistencia a los ancianos y marginados. A la atrocidad de sus perseguidores no respondieron con rebelión ni con las armas, sino con la mansedumbre de los fuertes”.

Al acabar la ceremonia, el obispo Joan ha dicho que ésta ha sido un reconocimiento a unas personas que han sido fieles a su vocación y a la llamada de vida cristiana que los ha llevado a ser coherentes hasta el final, renunciando a salvarse antes que romper su compromiso con el Señor. “No eran representantes de ningún bando. Eran personas dedicadas a los demás. Los “curetas de Monzón” eran tan jóvenes que no habían tenido tiempo de tener ideología. Y del obispo Huix ya sabemos de sus obras y de cómo se presentó voluntario en la cárcel y cómo estuvo acompañando a los otros detenidos hasta el último momento. Y lo que es muy importante para la instrucción de las causas del martirio: Todos murieron perdonando”.

Por su parte, Mn. Joan Ramón Ezquerra, coordinador de las causas de beatificación de Lleida, también ha vivido intensamente la ceremonia. “Ha sido una alegría muy grande poder participar y compartir con los familiares de los “curetas de Monzón” este final tan bonito y que tanto habíamos deseado. Igual que en el caso del obispo Huix. Cuando entré en el Seminario sólo habían pasado diez años desde los hechos y, entonces, ya deseábamos que pudiese ser un santo del cielo, un beato reconocido por la Iglesia. Hoy realmente ha sido como conseguir un hito. Ahora lo que hace falta es imitarlos”, ha dicho al reconocer que era un día jubiloso.