Mn. Gerardo Soler, en su escrito semanal, nos sigue hablando de la Teología de la Liturgia de las Horas.

Podéis encontrar el texto a continuación y en el documento adjunto.

DOMINGO II del tiempo ordinario (B)

(Domingo de las primeras llamadas)

d) Cristo introduce esa oración de la Liturgia de las Horas 

          Cuando el Verbo se hizo hombre, no podía dejar de ser "alabanza" del Padre, y porque es "esplendor viviente de su Gloria" (Hb 1,3). Pero su alabanza resonó en un corazón humano, por medio de unos labios humanos, desde el momento en que se hizo carne y "habitó entre nosotros" (Jn 1,14). 

          La plegaria de un hombre a Dios no puede ser pura alabanza y pura contemplación amorosa de Dios, como en la Trinidad; pero es también adoración, contemplación, petición, acción de gracias, intercesión (OGLH 3). Nosotros, Iglesia-Esposa continuamos ese himno de adoración y de intercesión.

e) Cristo asocia a sí toda la humanidad 

          Cristo al hacerse hombre toma nuestra naturaleza, nuestra carne, y se hace solidario con todos los hombres y las mujeres. Y se convierte en el "Mediador", el "único Mediador" (LG 8). Y el hombre, libremente, de una manera consciente, personal, vital, puede asociarse, juntarse, a esa alabanza de Cristo al Padre: 

          "Ya que el hombre proviene todo él de Dios, debe reconocer y confesar este dominio de su Creador, como en todos los tiempos hicieron, al orar, los hombres piadosos.

          La oración, que se dirige a Dios, ha de establecer conexión con Cristo, Señor de todos los hombres y único mediador (1Tm 2,5; Hb 8,6; 9,15; 12,24), por quien tenemos acceso a Dios (Rom 5,2; Ef 2,18; 3,12). Pues de tal manera él une a si a toda la comunidad humana (SC 83), que se establece una unión íntima entre la oración de Cristo y la de todo el género humano. Pues en Cristo y sólo en Cristo la religión del hombre alcanza su valor salvífico y su fin" (OGLH 6).

          Con la Encarnación, Cristo se hace el gran Orante de toda la humanidad, y nosotros con la Liturgia de las Horas, unidos a Él, llegamos hasta el Padre, y ejercemos nuestro sacerdocio bautismal y de la confirmación, y presentamos la adoración e intercesión de todas las cosas creadas.

          Los bautizados y confirmados hemos recibido el Espíritu Santo que resucitó a Jesús y de manera singular estamos unidos a Él en la oración al Padre, en nombre de nuestros hermanos, y de toda la creación:

          "Una especial y estrechísima unión se da entre Cristo y aquellos hombres a los que él ha hecho miembros de su cuerpo, la Iglesia, mediante el sacramento del bautismo. Todas las riquezas del Hijo se difunden así de la cabeza a todo el cuerpo: la comunicación del Espíritu, la verdad, la vida y la participación de su filiación divina, que se hacía patente en su oración mientras estaba en el mundo.

          También el sacerdocio de Cristo es participado por todo el cuerpo eclesial, de tal forma que los bautizados, por la regeneración y la unción del Espíritu Santo, quedan consagrados como templo espiritual y sacerdocio santo (LG 10) y son habilitados para el culto del Nuevo Testamento, que brota no de nuestras energías, sino de los méritos y donación de Cristo" (OGLH 7).

Mn. Gerardo Soler

Liturgia viva. Liturgia de las Horas, 18-1-15

AdjuntoTamaño
Icono de documento de Microsoft Office Text en Català.doc34 KB
Icono de documento de Microsoft Office Texto en Castellano.doc31.5 KB