A la muerte de sus padres, Julián tuvo que ponerse a servir. En la última casa en la que estuvo trabajando antes de entrar en el noviciado de los Hermanos maristas fue en la de una señora sin familia. Con esta señora siempre guardó amistad. El último año que fue al pueblo, antes del Alzamiento del 18 de julio, dicha señora le ofreció hacerlo heredero de sus bienes, si se quedaba allí. Ante semejante oferta y sin titubear el H. Timoteo, que lo había abandonado todo para servir a Dios, respondió: «Es muy poca cosa a cambio de mi vocación».

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