Mn. Gerardo Soler, en su escrito semanal, nos sigue hablando de la Teología de la Liturgia de las Horas.

Podéis encontrar el texto en el documento adjunto.

 

DOMINGO III DE ADVIENTO (B)

(Domingo del Cordero de Dios)

 

TEOLOGIA DE LA LITURGIA LAS HORAS  (1)

 

La Iglesia primitiva ha visto y experimentado a Jesús y a sus Apóstoles, y por eso también reza:

          "Ya en los comienzos, los bautizados "eran constantes en escuchar las enseñanzas de los Apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones" (He 2,42). Por lo demás, la oración unánime de la comunidad cristiana es atestiguada muchas veces en los Hechos de los Apóstoles (He 1,14; 4,24; 12,5.12; Ef 5,19-21).

          Testimonios de la primitiva Iglesia ponen de manifiesto que los fieles solían dedicarse a la oración a determinadas horas. En diversas regiones se estableció luego la costumbre de destinar algunos tiempos especiales a la oración común, como a última hora del día, cuando se hace de noche y se encienden las lámparas, o a la primera, cuando la noche se disipa con la luz del sol.

          Andando el tiempo, se llegó a santificar con la oración común también las restantes horas, que los Padres veían claramente aludidas en los Hechos de los Apóstoles. Allí aparecen los discípulos congregados a media mañana (He 2,1-15). El Príncipe de los Apóstoles, "hacia el mediodía, subió a la azotea a orar"; "Pedro y Juan subían al templo, a la oración de media tarde"; "a eso de medianoche, Pablo y Silas oraban cantando himnos a Dios" (He 10,9; 3,1; 16,25)" (OGLH 1).

          Vemos a Jesús y a la Iglesia primitiva que rezan, pero Jesús y los Apóstoles nos invitan a rezar, y nos dicen cómo tiene que ser nuestra oración. 

          "Lo que Jesús puso por obra nos lo mandó también hacer a nosotros. Muchas veces dijo: "Orad", "pedid" (Mt 5,44; 7,7; 26,41; Mc 13,33; 14,38; Lc 6,28; 10,2; 11,9; 22,40.46), "en mi nombre" (Jn 14,13s; 15,16; 16,23s.26); incluso nos proporcionó una fórmula de plegaria en la llamada oración dominical (Mt 6,9-13; Lc 11,2-4) y advirtió que la oración es necesaria y confiada en la bondad del Padre (Lc 11,5-13; 18,1-8; Jn 14,13; 16,23), pura de intención y concorde con lo que Dios es (Mt 6,5-8; 23,14; Lc 20,47; Jn 4,23).

          Los Apóstoles, que, en sus cartas, frecuentemente nos aportan oraciones, sobre todo de alabanza y de acción de gracias, también insisten en la oración asidua (Rom 12,12; 1Cor 7,5; Ef 6,18; Col 4,2; 1Ts 5,17; 1Tm 5,5; 1Pe 4,7) a Dios (Hb 13,15) por medio de Jesús (2Cor 1,20; Col 3,17), en el Espíritu Santo (Rom 8,15.26; 1Cor 12,3; Gal 4,6; Judas 20), en su eficacia para la santificación (1Tim 4,5; Santiago 5,15s; 1Jn 3,22; 5,14s), en la oración de alabanza (Ef 5,19s; Hb 13,15; Ap 19,5), de acción de gracias (Col 3,17; Filp 4,6; 1Ts 5,17; 1Tim 2,1), de petición (Rom 8,26; Filp 4,6), de intercesión por todos (Rom 15,30; 1Tim 2,1s; Ef 6,18; 1Ts 5,25; Santiago 5,14.16)" (OGLH 5).

          Encontramos en Jesús y en la Iglesia primitiva el ejemplo y la vivencia de la plegaria en el Nuevo Testamento. 

Mn. Gerardo Soler

Liturgia viva. Liturgia de las Horas, 14-12-14