El vicario episcopal de Pastoral, Josep Antón Jové, acaba de regresar de su viaje a Colombia, donde ha visitado al grupo de capellanes de la Diócesis de Lleida misionados desde la década de los sesenta en aquel país, con el que nuestro obispado mantiene relaciones de intercambio de sacerdotes.

Mosén Jové, desde 2009, fecha en que el obispo Joan Piris intensificó las relaciones con los representantes de la Iglesia colombiana, visita una vez al año a los cuatro sacerdotes ilerdenses de la Archidiócesis de Cali.

Fruto de estas relaciones iniciadas en 1961, cuando Lleida respondió enviando tres presbíteros a la llamada que monseñor Uriba Urdaneta hizo a la OSCHA (Obra de Cooperación Sacerdotal Hispano Americana) para cubrir la falta de sacerdotes en la Diócesis de Cali, nuestro Obispado tiene también un convenio de colaboración con la Diócesis de Osos.

El compromiso de Lleida con Colombia se ha materializado en el envío de doce sacerdotes a lo largo de todos estos años. Tres de ellos – Mn. Sebastià Aldomà Bonjoch, Mn. Ramón Abella Qui y Mn. Manuel Coll Pallarés- son los primeros que marcharon a tierras sudamericanas. “Inicialmente el compromiso era estar cinco años en Colombia, pero se han encontrado tan bien que ya han manifestado su voluntad de quedarse a vivir allí para siempre”, explica el vicario de Pastoral después de haber estado conviviendo unos días con ellos.

El cuarto sacerdote ilerdenese en esta misión es Joan Miquel Martínez, el más joven de todos los misioneros, que desarrolla su labor pastoral en una parroquia de Cali. El resto, aunque se mantienen activos, por razón de su edad ejercen otros tipos de servicio a la diócesis.

”La huella de los sacerdotes Abella, Aldomà y Coll es muy apreciada en Cali”, según nos explica mosén Jové. “Al llegar fueron destinados al barrio de Siloé, uno de los más marginales de la ciudad, y allí desarrollaron una intensa actividad ministerial. La creación de la granja escuela Miravalle, con mosén Sebastià Aldomà al frente, el intenso trabajo de mosén Ramón Abella en los cursillos de cristianización y la labor de mosén Manuel Coll como formador en el Seminario son sólo algunas de las muchas cosas que pueden destacarse”, sigue recordando el vicario de Pastoral de Lleida, quien también comenta cómo sorprendió entre los capellanes colombianos la unión entre ellos. “Las reuniones semanales con la excusa de la comida escenificaba la piña en esta labor presbiterial”.

“Una muestra del reconocimiento popular hacia los sacerdotes leridanos la tenemos en el caso de Ramón Abella, al cual se le llama monseñor, un título de respeto y gratitud”, según mosén Josep Antón Jové.