Abrió los ojos a la vida en Capdepera, Baleares. Laboró en todos los conventos de la provincia, singularmente en El Puig de Santa María y en Lleida. Se mostró carismático en la predicación, a la que se dedicó con todo ahínco, teniendo como norma aceptar cuantos sermones se le ofertaran; disertando con facundia y fervor, particularmente sobre la Eucaristía y la santísima Virgen. Dispersados los religiosos ilerdenses, se escondió en casa de un sacerdote, donde lo encontraron el 25 de julio, matándolo en plena calle.

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