La oración en él era fruto de una convicción íntima, forjada en la asidua lectura espiritual que alimentaba a diario con los ejercicios propios de su estado, seguidos con gran fidelidad. Rezaba con verdadera unción y piedad, con pausada expresión, y visitaba con frecuencia al Santísimo, práctica que aconsejaba a sus profesores y a sus alumnos.

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