Mn. Gerard Soler, delegado diocesano de Liturgia y Espiritualidad, dedica su colaboración semanal a hablarnos del Adviento.

DOMINGO II DE ADVIENTO (C)

(Domingo de la predicación de Juan Bautista)

HISTORIA DE LA LITURGIA DE LAS HORAS

 Ya hemos visto al comienzo de la 1ª parte como era la oración judía en tiempos de Cristo, y como Jesús da ejemplo de oración, y como el ideal de la comunidad apostólica era "orar sin cesar": "Todos ellos perseveraban unánimes en la oración" (He 1,14). La misma perseverancia o asiduidad cuando, después de Pentecostés, la comunidad se amplía: "Y se mantenían fieles a la enseñanza de los Apóstoles y a la comunión fraterna, a la fracción del pan y a las oraciones" (He2,42). Las comunidades posteriores tenían deseos de vivir esa "vida apostólica", es decir, de la comunidad descrita en los Hechos. San Pablo multiplica las exhortaciones a perseverar en la oración (Rom 12,12; Col 4,2; Ef 6,18). No se trata sólo de fidelidad a unos tiempos fijos de oración: "Orad sin interrupción" (1 Tes 5,17); "En toda ocasión" (Ef 6,18). Parece que hace alusión a algunas vigilias: "Con toda clase de oraciones y súplicas, orad en toda ocasión en el Espíritu y velad unánimemente con toda constancia y súplica por todo el pueblo santo y también por mí" (Ef 6,18-19). Dice que ora día y noche (1 Tes 3,10; 2 Tes 1,11).  

1. Las Horas de la oración cristiana (siglos I-III)       

          Para los cristianos la oración en determinados momentos del día y de la noche era la manera de llevar a la práctica el consejo del Señor: "Es necesario orar siempre" (Lc 18,1). Inmersos en un mundo ajeno y hostil, procuraban orar en unos momentos que simbolizasen la totalidad del día, y mantener así el espíritu en tensión constante hacia el Señor.

          En la Didaché VIII, 3, se habla de la recitación del Padrenuestro tres veces al día. En la Carta de Plinio el Joven a Trajano se habla de la reunión matinal de los cristianos para cantar un himno a Cristo como a un "dios" (a.112). San Clemente Romano menciona las tiempos y las horas establecidos para hacer lo que mandó el Señor (Ad Cor 40,1, en PG 1,287-288). Pero Clemente de Alejandría es el primero en mencionar, junto con el oficio de la mañana, las tres horas diurnas de tercia, sexta y nona:

          "Puesto que el oriente significa el nacimiento del sol y allí comienza la luz que brota de las tinieblas, imagen de la ignorancia, el día representa el conocimiento de la verdad. Por eso, al salir el sol, se tienen las preces matinales... Algunos también dedican a la plegaria unas horas fijas y determinadas, como tercia, sexta y nona, de forma que el gnóstico (=iniciado) puede orar durante toda su vida, en coloquio con Dios por medio de la plegaria. Ellos saben que esta triple división de las horas, que siempre son santificadas con la oración, recuerda a la Santa Trinidad" (Stromm. 7,7, en PG 9,456-457).