Mn. Gerard Soler, delegado diocesano de Liturgia y Espiritualidad, dedica su colaboración semanal a hablarnos de la escucha atenta del Señor.

LA ESCUCHA ATENTA DEL SEÑOR

Después del ciclo de Navidad y Epifanía los Domingos ordinarios se van sucediendo; en este ciclo se proclama en el segundo domingo del tiempo ordinario un texto de Juan, la manifestación de los panes para culminar los tria miracula de la manifestación del Señor. El Señor convierte el agua en el vino. Vino de la nueva alianza, claro signo del Espíritu Santo. Únicamente María con su intercesión es capaz de adelantar la Hora del Mesías, de la misma manera que la Iglesia, con la invocación del Espíritu Santo,  (epiclesis) adelanta y anticipa los dones del Reino de Dios en el Banquete eucarístico.

Y los demás domingos proclamamos la tradición evangélica de Lucas que presenta al Señor como el que proclama el Año de gracia del Señor, puesto que el Espíritu está en Él. Las palabras de Isaías adquieren la plenitud del Verbo divino en los labios de Jesús (III Domingo), y en el IV Domingo nos encontramos con la incomprensión de los habitantes de Nazaret, el lenguaje del Señor para ellos es insoportable, en el V Domingo escuchamos las bienaventuranzas del Señor según Lucas (el sermón de la llanura) lo sigue una multitud de pobres, todavía con la fe del Antiguo Testamento. Ellos los radicalmente pobres ante el mundo, son los radicalmente ricos ante Dios porque a ellos pertenece el Reino de Dios. Nada cambia en su situación a los ojos del mundo, pero ellos se saben consagrados por Dios y objeto de su «recompensa» y en el VII Domingo el Señor nos habla de la sobreabundancia del amor de los cristianos: “Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?” Así somos imitadores de la bondad de Dios que: “Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles”. 

Mn. Rafael Serra

(Calendario-Directorio del Año litúrgico 2016)