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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 12/09/2012
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Responder a la iniciativa de Dios

Celebrando la fiesta de la Purísima y proclamando que "Dios envió al ángel Gabriel" y el mensaje correspondiente: "el Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios..., porque para Dios no hay nada imposible "(cfr. Lc 1,26. 35-37); estamos afirmando que Dios ha tomado la iniciativa y ha llegado el tiempo de mirar hacia el futuro, contemplando un proyecto que María de Nazaret ha hecho suyo con todo el corazón.

Ante la iniciativa de Dios se requiere nuestra docilidad porque Él actúa en la historia con nuestra mediación. Pero la respuesta de María: "Soy la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38) no es una docilidad inoperante. Se pone al servicio de la iniciativa de Dios pero cargada de creatividad y de iniciativas: el efecto inmediato es echar una mano a su prima Isabel, una imagen de servicio bien luminosa. Creyó lo que se le estaba comunicando y fue allí "decididamente" a ayudar. Y luego, conocemos su maternidad con todo un conjunto de experiencias, incluido el exilio, fruto de poner las propias capacidades al servicio del Espíritu.

En nuestra vida cristiana la docilidad al querer de Dios es un desafío. Nos llama a utilizar al máximo todas nuestras cualidades y poner todos los dones recibidos al servicio de su iniciativa fundamental. Si la disposición incondicional de María ha abierto el camino: "la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1,14), también todos los esfuerzos que se hacen bajo la potencia del Espíritu llevan consigo la eficacia de la Encarnación. Ahora decimos la 'inculturación' del Evangelio.

Se trata de una tarea compleja pero importante y de mucha actualidad. Y siempre es fruto de estos dos primeros pasos: Dios que interviene y los cristianos dóciles que se entregan al servicio total de las iniciativas del Espíritu, en favor de una humanidad cada día más necesitada de esperanza.

Hay quien dice que la razón del atractivo singular que el misterio de la Inmaculada Concepción de María ha ejercido en tantos tiempos y lugares es por una especie de nostalgia de la inocencia y la alegría del Paraíso perdido. En todo caso, celebrando este misterio de salvación, estamos afirmando con toda la Iglesia que Ella no vive de un pasado corrompido sino del futuro, de aquella etapa de posibilidades y de bendición de Dios a la que todos estamos igualmente llamados (Ef 1,3-6.11-12).

Y mirando a María, que se abrió completamente a la acción del Espíritu, aprendemos su gran lección de actividad pastoral, de certeza, que pasa a través de la pequeñez y nuestras incapacidades. La esperanza cristiana es confianza en la fidelidad de Dios que cumple lo que promete y se apoya en la presencia permanente de Cristo y de su Espíritu en la Iglesia. Renovemos también nosotros la voluntad de dar una respuesta dócil a la iniciativa del Espíritu, haciendo cada día más y mejor el camino de la vida totalmente orientados hacia este futuro definitivo.

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Piris Frígola, Obispo de Lleida