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Cerca de vosotros (Obispo Salvador)
Autoria
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Fecha publicación: 
Vie, 09/21/2018

 

El día 20 del mes pasado el papa Francisco publicó una carta dirigida a todo el Pueblo de Dios con motivo de los escándalos de índole sexual de algunos clérigos sobre fieles a su cargo, de forma especial en menores de edad. Reconocía el pecado y el delito de los miembros de la Iglesia, pedía perdón a las víctimas en nombre de todos los católicos, sentía vergüenza y arrepentimiento por el daño causado, deseaba colaborar y generar una cultura capaz de evitar situaciones similares y nos rogaba conversión personal concretada en la penitencia y la oración de todos para con todos.

            Con seguridad que muchos de vosotros ya habéis leído la carta. A quienes no lo han hecho, les invito a su lectura. No puedo reproducir aquí su contenido aunque la misiva es corta (cuatro folios) y de fácil lectura. Mi obligación y mi responsabilidad pastoral me impulsan a participar de los mismos sentimientos y acciones del Papa pidiendo a todos los diocesanos que acepten sus orientaciones centradas en un tema concreto que a todos molesta y preocupa, con distinto grado de responsabilidad –mucho más los pastores que los fieles, mucho más los delincuentes que los inocentes- e implicados todos por nuestra pertenencia a un mismo Pueblo de Dios. Queriendo subrayar esto último, empieza la carta con estas palabras de san Pablo: “Si un miembro sufre, todos sufren con él” y termina con una concreta petición que nos dirige a todos: “Que el Espíritu Santo nos dé la gracia de la conversión y la unción interior para poder expresar ante estos crímenes de abuso, nuestra compunción y nuestra decisión de luchar con valentía”.

            El texto de la carta sorprende, conmueve y nos interpela. Es demasiado serio el tema. Son trágicas sus consecuencias. No tienen justificaciones los motivos. Tampoco cabe disminuir su importancia argumentado disculpas o utilizando pretextos para no asumir la propia responsabilidad. Es cierto que es pequeño el porcentaje de los abusadores comparado con la totalidad, que otras muchas instituciones han tenido problemas similares, que nadie acostumbra a pedir perdón por hechos del pasado y de responsabilidad individual, que en todos los sectores y organizaciones sociales se han dado los mismos abusos, que los medios de comunicación magnifican los hechos referidos a los católicos, que es un ataque furibundo contra nuestra Iglesia. No entra el Papa en estos argumentos; quiere ir al corazón de todos nosotros para que cambiemos nuestra forma de afrontar esta tragedia y para transmitir con transparencia el rostro de Cristo a la sociedad actual. Y, por supuesto, este gran drama complica mucho nuestra propia credibilidad.

            Cito unas frases de la carta para vuestra reflexión: “El dolor de estas víctimas es un gemido que clama al cielo, que llega al alma y que durante mucho tiempo fue ignorado, callado o silenciado”. “Con vergüenza y arrepentimiento, como comunidad eclesial, asumimos que no supimos estar donde teníamos que estar, que no actuamos a tiempo reconociendo la magnitud y la gravedad del daño”. “Hoy nos vemos desafiados como Pueblo de Dios a asumir el dolor de nuestros hermanos vulnerados en su carne y en su espíritu”. “Hoy queremos que la solidaridad entendida en su sentido más hondo y desafiante, se convierta en nuestro modo de hacer la historia presente y futura”. “Es necesario que cada uno de los bautizados se sienta involucrado en la transformación eclesial y social que tanto necesitamos”. “Pidamos perdón por los pecados propios y ajenos. La conciencia de pecado nos ayuda a reconocer los errores, los delitos y las heridas generadas en el pasado”.

            No quería dejar pasar más tiempo sin anunciar mi responsabilidad y unirme a las palabras del Papa. Que el Señor nos conceda la luz suficiente para buscar la verdad de las situaciones y la dignidad de todos nuestros hermanos.

                                                          + Salvador Giménez, obispo de Lleida.