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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 02/02/2014
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He encontrado una reflexión que los jóvenes de "Cristianismo y Justicia" hicieron pública a finales de 2012, y he querido releerla a la luz de otras reflexiones del Papa Francisco llamando a vivir el Gozo del Evangelio (24-11-2013).

Ellos decían: ¡No queremos ser una generación perdida! Vivimos con dificultad la construcción de un itinerario vital con sentido a partir de una vocación discernida. Sentimos la necesidad de encontrar vías de implicación en la recuperación de ciertos valores y una visión humanizadora del mundo. Es más, constatamos que ya se están dando iniciativas locales, sencillas, de carácter colectivo y transformador que son anticipaciones de un futuro que está por venir. Desde aquí queremos hacer una llamada a la esperanza, a la alegría (que debería ser tan propia de los que nos llamamos cristianos) y caminar hacia nuevos horizontes...

Efectivamente, no somos una generación perdida: el sucesor de Pedro nos llama a querer compartir la pasión por Jesús y los hermanos, superando la tristeza individualista de los que se encierran en sus propios intereses sin dejar espacio para los demás. Será la manera de sentir renacer la alegría que hace latir nuestro corazón de entusiasmo para hacer el bien.

Pero es necesario que cada bautizado renueve el encuentro personal con Jesucristo o, al menos, tome la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descansar. La sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría. Por eso hay que beber de verdad en la fuente del amor siempre mayor de Dios que se nos manifestó en Jesucristo.

La propuesta cristiana nunca envejece aunque atraviese épocas oscuras y debilidades eclesiales. Si hace catorce meses, los jóvenes de Cristianismo y Justicia nos decían que la polarización ideológica hacía el diálogo es cada vez más difícil y la búsqueda de consensos una quimera; que la cultura líquida dominante (Bauman) ha vuelto aséptico el lenguaje habitual, haciendo que las palabras ya no quemen porque lo esencial ha perdido consistencia y se nos escapa entre los dedos; ahora, el obispo de Roma nos anima a volver a la fuente y a recuperar la frescura original del Evangelio, para que broten nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes y palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual.

Por eso, quien quiera vivir con dignidad y plenitud no tiene mejor camino que reconocer al otro y buscar su bien. La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. Cuando la Iglesia convoca a la tarea evangelizadora, no hace más que indicar a los cristianos este verdadero dinamismo de la realización personal: que nuestra vida se obtiene y madura a medida que se ofrece para dar vida a los demás.

En Pentecostés, el Espíritu hace salir de sí mismos a los Apóstoles y les infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia e incluso a contracorriente. Invoquémoslo hoy, bien apoyados en la oración, sin la cual toda acción corre el riesgo de quedarse vacía y el anuncio finalmente falto de alma.

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Pirirs Frígola, Obispo de Lleida