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Cerca de vosotros (Obispo Salvador)
Autoria
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Fecha publicación: 
Vie, 10/26/2018

Queridos diocesanos:

Los primeros días de noviembre celebramos los cristianos dos acontecimientos que nos mueven a reflexión, debido a las connotaciones populares que las acompañan. La Fiesta de Todos los Santos y la conmemoración de los fieles difuntos. Están situadas en el calendario cristiano desde hace muchos siglos y son celebradas con fervor por la comunidad creyente. Últimamente se han incorporado manifestaciones de otras latitudes, que parecen pugnar con nuestra propia tradición.

Vaya por delante un primer consejo para todos los cristianos. No abandonéis nunca la costumbre de mostrar la alegría de la santidad de tantos herma nos nuestros que, de forma anónima, vivieron a la perfección el camino iniciado por Jesucristo, están en el cielo, y desde allí interceden por todos nosotros. No olvidéis tampoco la oración por todos los que han muerto, familiares, amigos y conocidos a fin de que el Señor los pueda recibir en la gloria. La oración, unida al recuerdo y al cariño que les profesamos, es muy intensa debido a que su vida permanece en nuestra mente y en nuestro corazón. Son dos días que no deben entrar en confusión para los cristianos, porque la motivación religiosa de cada una de ellas es distinta. Por una parte, la alegría de la santidad, y por otra, la tristeza vinculada a la esperanza. Ambos sentimientos no son incompatibles si los vivimos como Jesucristo nos los ha presentado en los evangelios. Recordad la escena en la casa de Lázaro, la proclamación y el contenido de las bienaventuranzas, el adiós a los Apóstoles antes de su Ascensión.

Para el primer día, os propongo las palabras del papa Francisco en su Exhortación Gaudete et Exsultate, publicada el pasado mes de marzo. Nos invita a reconocer que tenemos una ingente nube de testigos que nos alientan y estimulan a seguir caminando hacia la meta, entre los que puede estar nuestra propia madre, una abuela u otras personas cercanas. Hace referencia el actual papa a una frase de Benedicto XVI: «La muchedumbre de los santos de Dios me protege, me sostiene y me conduce», y continuaba: «Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente» citando ejemplos concretos de la vida ordinaria. Siguiendo la tradición de la Iglesia, el papa insiste en hacer una llamada a la santidad a cada uno de nosotros, «cada uno por su camino» sin obsesionarnos por copiar la santidad de otros, aunque pueden ser estímulo y motivación suficiente para nosotros. Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día. Son páginas bellas, provechosas y profundas.

Para el segundo día, os recuerdo una escena que san Agustín cuenta en su famoso libro de las Confesiones cuando parecía acercarse la muerte de su madre, santa Mónica. Conversaban los dos en las cercanías de Roma recordando el pasado y, tras una breve reflexión, ella le dijo: «Qué es lo que hago aquí y por qué estoy aún aquí lo ignoro, pues no espero nada de este mundo… deseaba verte cristiano antes de morir… Dios me lo ha concedido con creces… ¿Qué hago ya en este mundo?». En esos momentos finales de su vida el otro hijo deseó llevarla a su patria en el norte de África, y ella le reprendió diciendo: «Enterrad aquí a vuestra madre… Sepultad este cuerpo en cualquier lugar: esto no os ha de preocupar en absoluto; lo único que os pido es que os acordéis de mí ante el altar del Señor, en cualquier lugar donde estéis.»

Es un buen consejo el que nos da esta piadosa y bendita mujer. Nos ayuda en estos momentos, cuando acudimos al cementerio y recordamos a nuestros difuntos, y nos acompaña durante el resto del año en nuestras oraciones diarias por ellos. Con mi bendición y afecto.

† Salvador Giménez Valls

Obispo de Lleida